Portada 3

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lunes, 7 de diciembre de 2015

El Puente de los Espías, de Steven Spielberg


Buen ejercicio de memoria nos ha dejado Steven Spielberg, hace apenas 60 años medio mundo temía al otro medio, el miedo a la destrucción total estaba instalado en cada hogar norteamericano y europeo a ambos lados del Telón de Acero. James Donovan (Tom Hanks) es un abogado especializado en el mundo de los seguros, su prestigioso bufete es elegido por el Gobierno de los EE.UU. para que el espía soviético Rudolf Abel (Mark Rylance) tenga una defensa que todo acusado debe tener, como su Constitución garantiza. Donovan decide aceptar el caso porque sus firmes convicciones así se lo exigen, porque todas las personas tienen derecho a un juicio justo; dice que sí en contra de la opinión de su familia, de sus vecinos, de su país entero que no entienden qué defensa debe tener un individuo que aspiraba a acabar con su modo de vida.

                                                      



Spielberg, después de tocar la II Guerra Mundial con
Salvar al Soldado Ryan y La lista de Schlinder nos introduce ahora en la Guerra Fría, la que él mismo vivió de niño. De la película destaca cómo está construido el personaje de Tom Hanks, actor siempre convincente. Donovan se mantuvo fiel a sí mismo y a sus convicciones a pesar de la extraordinaria presión que tuvo que soportar. La gran interpretación de Mark Rylance es otro de los puntos a favor de esta película, frío, calculador pero consciente de lo que hacía y de las consecuencias que le podía acarrear. La historia transcurre durante dos largas horas en las que el espectador está casi constantemente en tensión, lo que no impide dejar buenas perlas de humor, a veces negro a veces surrealista, no en vano el guion está firmado por Matt Charman y los hermanos Coen. Por contra, en El Puente de los Espías chirría el buenismo norteamericano respecto a sus detenidos frente a los eficaces métodos soviéticos para hacer hablar al más pintado.

Así pues estamos ante una nueva historia del sentido del deber y de la responsabilidad cuando todo está en contra, cuando nada invita a ser consecuente, la conciencia contra el pragmatismo. La película está basada en hechos reales, reconforta saber que cuando el mundo está al borde del abismo hay gente que sabe mantenerse fiel al sentido común. Como en toda película de semejante calibre económico, da gusto ver la escenografía, el vestuario, la decoración, la iluminación -ni una sola sombra fuera de su sitio-, los matices sonoros... En definitiva,
El Puente de los Espías es una buena película que deja en su secuencia final una buena reflexión.










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