Portada 3

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miércoles, 31 de diciembre de 2014

Big Fish, Nochevieja es un Big Fish


En realidad este post no va sobre la magnífica película de Tim Burton, mejor dicho, va sobre su leit motiv, las despedidas, porque después de todo qué es una Nochevieja sino una despedida, dejamos atrás un periodo concreto de tiempo en el que nos han pasado muchas cosas, algunas buenas y otras no tanto, hemos dado la bienvenida al mundo a los hijos de amigos y otros, ay, nos han dejado.

                                                         
                              Fotograma de 'Big Fish'

Ojo,
spoiler a partir de aquí. Big Fish es una película estupenda. El final es sencillamente magnífico. Muestra perfectamente cómo es una despedida vital. Edward Bloom es acompañado en su último viaje por todos los protagonistas de sus fantásticas historias, para asombro de su hijo quien pensaba que todos esos personajes y cuentos eran meras invenciones de su padre, a quien consideraba un perfecto mentiroso. Así, llega a reconciliarse en el último instante con su padre.

Cuando ya has pasado los 40 años, lo normal es que
te toque decir adiós más de una vez a lo largo de un año. Los tanatorios suelen ser lugares tristes, pero paradójicamente, la muerte es lo único que puede alterar asuntos laborales o planes particulares, es decir, la vida. Cuántas veces nos encontramos con amigos o conocidos por casualidad y al separase de nuevo los caminos, siempre se suele decir lo mismo: a ver si nos vemos, por ello, los tanatorios suelen ser donde se vuelve a reunir la gente después de mucho tiempo sin verse, donde se dice también: sólo nos vemos en éstas. Se suele mezclar del dolor por la pérdida con el consuelo de verse apoyado por tanta gente, reunida después de mucho tiempo, por tanto, cuando se da esta circunstancia, se produce un auténtico Big Fish.

Ahora que acaba un año y comienza otro, piense, querido lector, en
lo que realmente merece la pena. De 2015 no cabe esperar gran cosa, pronto llegará la primera desgracia natural en forma de incendio, huracán o tsunami, la primera víctima de la violencia de género, el primer accidente de tráfico, el primer desahucio. Con que dentro de doce meses estemos todos por lo menos igual, habrá sido un buen año. Escuchen música, vayan al cine y al teatro, lean libros y vean buen fútbol. Sean felices, luchen por sus sueños, se lo debemos a los que ya no están. Sólo tenemos 365 días para llevarlo a cabo. Feliz Año Nuevo.







jueves, 25 de diciembre de 2014

El Torneo de Navidad de baloncesto del Real Madrid


Estas navidades han pasado ocho años desde que se disputó la última edición del Torneo de Navidad (aunque en ese año, 2006, se disputó en verano). Esta fue una pérdida bastante grande para el mundo del baloncesto en general y para la afición del Real Madrid en particular. Era un acontecimiento deportivo de primer nivel en unas fechas en las que apenas hay competición, lo que venía a llenar un hueco en el aficionado durante estos días tan especiales, sobre todo para los niños que disfrutan de sus vacaciones.

                                                        


Ver a las míticas selecciones de las extintas URSS y Yugoslavia, a distintos combinados de jugadores universitarios de EE.UU. junto a los mejores equipos de Italia y Grecia era una maravillosa realidad. Y venían a batirse el cobre, no de paseo. Para la historia quedan las imágenes de Arvydas Sabonis destrozando un tablero de un mate, o las guerras psicológicas que desataba Drazen Petrovic antes de venir a Madrid y posteriormente marcharse a la NBA, cuando todavía la liga norteamericana era, sencillamente inalcanzable para los europeos.

Personalmente tuve la fortuna de ver algunos de estos torneos en directo. La mayor parte de estos torneos tuvieron lugar en el desaparecido pabellón de la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid. El Club se preocupaba de traer de lo bueno, lo mejor. Los socios, el aficionado siempre respondía a la llamada de estos torneos, el Madrid solía obsequiar a los niños con algún recuerdo o detalle. En casa de mis padres, en algún armario, debe de estar aquel calendario con las caricaturas de los jugadores de la primera plantilla. Los lazos entre afición y Club, con mayúsculas, se fortalecían. Ahora dicen que no hay tiempo, que no interesa, que los buenos equipos no quieren venir... Yo pienso, con mucha pena, que los intereses son otros.







martes, 23 de diciembre de 2014

Cuento de Navidad, 2014


-Guzla, dijo Luis.

El resto del grupo negó con la cabeza.

-Instrumento de música de una sola cuerda de crin, a modo de rabel, con el cual los ilirios acompañan sus cantos-.Recitó Luis de memoria el significado de la palabra del diccionario. Las miradas de los otros dos carteros se fijó en Juan.

-Albarazo-, dijo Juan. Laura se quedó pensativa, al final se pronunció: -¿parecido a aldabonazo? -Me temo que no, respondió Juan- enfermedad de las caballerías caracterizada por manchas blancas en la piel, también hace referencia a una especie de lepra.

Era el turno de Laura, la joven y bella cartera: 'releje' dijo mientras llevaba la taza de café a la boca. 'Uau', exclamó Luis, Juan negaba con la cabeza. -¡Verja forjada, con motivos vegetales! exclamó Juan. -Rodada o carrillada, sarro que cubre los dientes, faja estrecha y brillante que dejan los afiladores a lo largo del corte de las navajas... para no aburriros, también es usada en arquitectura y en argot militar-, cerró Laura mientras martilleaba la mesa del bar con sus dedos.

                                                       


Justo en ese instante apareció por la puerta Antonio, el último de los cuatro carteros que tanto tiempo llevaban quedando a tomar café a media mañana en el mismo bar. Todos los días, cada uno de ellos llevaba una palabra sacada del diccionario para ver si los otros conocen su significado. 'Despiole' dijo mientras se sentaba en la misma mesa que sus compañeros. Acción de despiolar, dijo Laura con cara de 'a ver si cuela'. No, significa desenfreno, desorden, confusión, zanjó Antonio.

¡Qué tarde llegas Antonio!- dijo Juan.

-Es diciembre, qué quieres. Aunque parezca mentira, la gente sigue mandando cartas, paquetes... y hasta telegramas de felicitación,-se defendió Antonio-. Sin duda es el mes de más trabajo para un cartero.

-Mejor llevar esas cosas que no multas que nadie quiere, burofax, notificaciones, certificados oficiales... saltó Laura.

Juan se removió en su silla mientras apuraba su café. ¿Qué ha sido lo más curioso que habéis entregado? Reconozco que cuando repartía flores, al menos me llevaba la sonrisa de quien las recibía, ahora cuesta incluso que te abran la puerta.

-Poca cosa, dijo Laura, 'christmas' muchos, pero algo que se salga de lo común, nada la verdad. Después de todo, no llevo mucho trabajando aquí.

-Como curiosidad, una vez un señor quiso facturar una portería de fútbol, de fútbol sala eso sí -saltó Antonio- Decía que se la quería enviar a su nieto porque en no sé qué campeonato, unos locos se llevaron una portería y no pudo jugar no sé qué final o qué campeonato... Pobre... Menos mal que le convencimos de que se la volviera a llevar en la misma furgoneta que la había traído...

Desde que Juan planteó la cuestión, Luis se había quedado circunspecto, pensativo. Se rió con la chaladura de la portería, cuando se dio cuenta que los otros tres carteros estaban esperándole, se decidió a contar lo que le ocurrió aquella vez.

Tras mirar a todos se arrancó. -Una vez, hace ya muchos años... Había en la estafeta un sobre, certificado, llevaba meses esperando a que el destinatario viniera a recogerla. Había algo en ella que la hacía especial. Quizá era aquella cuidada caligrafía, impecable, todas las letras escritas con una proporcionalidad increíble para haber sido escrita a mano. Tal vez la textura del papel del sobre, llevaba allí meses, muchos... Como nadie la iba a echar de menos, me la llevé a casa.

Los otros tres compañeros le miraban con curiosidad, interesados en la historia y en cómo su compañero, siempre tan formal, se saltaba el reglamento. -Allí estuvo la carta otro tiempo, años incluso. Estuve investigando sobre a quién iba destinada la carta, pero fue inútil, aquella era una casa de apartamentos de alquiler. El portero, prosiguió Luis, no se acordaba de aquella persona y tampoco había dejado señas para enviar la correspondencia. Así, siguió pasando el tiempo hasta que por fin me decidí a abrirla. Dentro había un billete de avión para Auckland, y otro sobre, con un destinatario distinto al del primer sobre. El billete lógicamente había caducado, pero la duda me corroía tanto que aprovechando unas vacaciones, me marché a Nueva Zelanda.

Laura, Antonio y Juan miraban ojipláticos a Luis, su compañero tan serio y formal, que fue capaz de largarse a las antípodas tan sólo por una carta certificada no recogida. Ahora se explicaban porqué él, aquellas navidades, que nunca pedía nada, intentaba cuadrar sus días libres con los demás para sacar el máximo tiempo posible de una tacada.

-Una vez allí, después de casi 24 horas de viaje, no me costó encontrar a la destinataria, la dirección era la correcta. Me abrió la puerta una señora, mayor, me miró un tanto extrañada, cogió el sobre, me dio las gracias y volvió hacia dentro.

-¿Y eso es todo? -preguntó Juan-, ¿me estás diciendo que te fuiste hasta Nueva Zelanda para entregar la carta y volverte, así, sin más?
-¿Qué querías que hiciera? Después de todo, soy un cartero, cumplí con mi trabajo- respondió Luis. El resto del grupo se miró entre sí, con la sensación de que su compañero les había tomado el pelo. Había algo en la cara de Luis que les hacía dudar si todo aquello era verdad o no. Alguien como él no se iba a inventar aquella historia, pero ésta era realmente increíble.

-Mejor vámonos cada uno a hacer nuestra ruta, que si no, no nos va a dar tiempo a entregar todo lo que tenemos para hoy. El ruego de Antonio fue atendido por Juan y Laura, se despidieron todos hasta el día 26 deseándose una feliz Navidad, ya que el 24 habían conseguido no trabajar. Luis se quedó pensativo. Pagó el desayuno de sus compañeros y prosiguió su camino.

Claro que fue a Nueva Zelanda, por supuesto que entregó la carta a aquella señora y es totalmente falso que se diera la vuelta y se marchara. La señora le invitó a entrar, en cuanto se dio cuenta de que venía desde tan lejos, le invitó a almorzar. Mientras le contaba cómo había llegado hasta Auckland, Lisa escuchaba atentamente. Después ella le explicó el porqué de la carta y del billete de avión. De joven había estudiado Filología Hispánica y decidió venir a Madrid a perfeccionar su castellano. En la capital, conoció a Nils, un sueco que trabajaba como traductor en la Organización Mundial del Turismo. Ella simplemente le echaba de menos, por eso enviaba el billete de avión por si quería ir a verle. El sobre con su dirección de Auckland era para que la escribiera o tan solo para que supiera dónde estaba. La presencia de Luis allí daba fe de que nunca había recibido su carta.

Esa era toda la historia, después de todo, no era nada extraordinaria. Tan solo juntó a dos almas solitarias en un ardiente 25 de diciembre austral. Estuvieron charlando de ésto y aquello, se hicieron compañía, nada más. De nuevo era Navidad y Luis pensaba qué habrá sido de Lisa y de Nils, quien propició inesperadamente aquel encuentro. El buen cartero reanudó su jornada pensando que, además, en aquella ocasión había cumplido con su trabajo con la discreción que su puesto exige.




martes, 16 de diciembre de 2014

Desalojo del Bernabéu


El pasado día 12 se cumplieron diez años de aquel Real Madrid-Real Sociedad que se vio interrumpido por una amenaza de bomba que al final resultó ser falsa. No fue la primera vez que el Bernabéu se veía envuelto en una amenaza terrorista. En 2002, horas antes de la semifinal de la Copa de Europa contra el Barcelona, un coche bomba, estalló junto a la Torre Europa, en la Plaza de Lima a escasos metros del estadio. Que hubiera un atentado en el Bernabéu era un temor que frecuentemente comentábamos los socios. Afortunadamente, en estas ocasiones nadie sufrió consecuencias.

                                                      


Volviendo a aquel 12 de diciembre de 2004, todos los que estábamos viendo el partido
in situ, esperábamos ya en final del encuentro con la esperanza de marcar el segundo gol que deshiciera el empate a uno. Tampoco recuerdo nada más, lo que no dice mucho de cómo se estaba jugando. De repente el cuarto árbitro entró en el césped, estando el balón en juego como alma que lleva el diablo. Ante la extrañeza general tras decir algo a Lizondo Cortés, éste pitó señalando el túnel de los vestuarios. Los jugadores se quedaron parados hasta que reaccionaron corriendo todos hacia la caseta. Justo en ese instante sonó por megafonía un tono de aviso nada habitual en el estadio, como de estación de tren. A continuación, una voz, tampoco la que lee las alineaciones normalmente, pidió a los espectadores que abandonáramos de forma ordenada el Bernabéu. De momento, nadie en el público sabía a ciencia cierta qué estaba ocurriendo, aunque todos lo imaginábamos. Las caras de la gente por los vomitorios y escaleras delataba cierta angustia e inquietud. Afortunadamente, no cundió el pánico. Ya en la calle, los que estaban conectados a la radio -recordemos: año 2004, los smartphones, Facebook o Twitter todavía no existían- comentaban la amenaza de bomba y la hora a la que se iba a cumplir, a las 21:00. Diez minutos antes, yo ya estaba subiendo la cuesta de la calle Concha Espina. Nada ocurrió al final. La Policía dio veracidad a la amenaza por el procedimiento que se siguió en la amenaza.

Los seis minutos que faltaban para acabar el partido se jugaron la
Noche de Reyes a puerta abierta. Allí nos congregamos de 20.000 a 30.000 espectadores, depende del medio donde leas la crónica. El ambiente, ya festivo por sí solo por el día que era, se vio favorecido por la particularidad de lo sucedido. Se trataba de una remontada esta vez en Liga. Una especie de muerte súbita o prórroga enloquecida. Aquello era un todo o nada en muy poco tiempo. El ritmo de juego fue frenético en cuanto se reanudó, la Real se defendía con orden ante las oleadas del Madrid, hasta que Guti se sacó de la chistera un pase al hueco a Ronaldo (el brasileño) de unos 60 metros. El carioca controló el balón, se introdujo en el área y regateó a Labaka. El defensa se tragó el regate e hizo falta derribando a Ronaldo. Penalty que transformó Zidane. Y se acabó, no hubo tiempo para más.

Se celebró
más por lo extraño de la situación que por la victoria en sí misma, porque en lo deportivo apenas aportaba nada, el Madrid ya estaba muy descolgado en la Liga. Queda para la historia el modélico desalojo, que no hubo incidentes destacables y que, principalmente, nada grave pasó. El Madrid sacó su tradicional carácter para remontar, pero el club daba síntomas de franca decadencia, deportiva e institucional. La deportiva se remontó, como siempre, no hay racha que sea eterna; la institucional prosigue, aunque ése es otro tema.









jueves, 11 de diciembre de 2014

La Isla Mínima


Estupenda película firmada por Alberto Rodríguez, La Isla Mínima es cine con sabor a suspense, a clásico cine negro, también es una historia policial donde las cosas no siempre están claras para el espectador, lo que le obliga a estar pendiente de cualquier detalle para no perderse en las distintas tramas.

                                                          


Dos policías, Pedro
(Raúl Arévalo) y Juan (Javier Gutiérrez) llegan a un pueblo cercano a las marismas del río Guadalquivir, donde impera la ley del silencio, para investigar la desaparición de dos chicas. La acción trascurre en el año 1980, un tiempo en el que la violencia estaba muy presente, demasiado, en la vida cotidiana de este país. Pedro representa a la Policía que quiere quitarse de encima la sospecha de su pasado, pero tiene que convivir con Juan, acostumbrado a campar a sus anchas amparado en la placa que luce en su cartera. Estos dos actores están estupendos, como casi todo el elenco. Mención especial merece Javier Gutiérrez, no le he conocido un trabajo malo desde que le descubrí en la fenomenal Gente de mala calidad. Todos los personajes que interpreta te los crees, siempre es una garantía para la historia en la que él participe.

La película va transcurriendo en su hora y media larga de forma rápida y fluida, no da la oportunidad al espectador de distraerse, el ritmo es constante. A ello ayuda que las dosis de información se dejan caer poco a poco, con sabia paciencia en su distribución para tal fin. Gran guión pues del mismo director Alberto Rodríguez y Rafael Cobos López. De La Isla Mínima hay que destacar también la ambientación. No falta un solo detalle: los coches y motos de la época (la Puch Cóndor, ¿es ésa la que sale, verdad?), el vestuario, los peinados, la decoración de las casas, el atrezzo en general delata un fenomenal trabajo.

Esta película se estrenó el pasado mes de septiembre y todavía sigue en la cartelera, buen indicador de que está gustando al público. La verdad es que 2014 está siendo, a pesar de las circunstancias, un año bueno en títulos y recaudación para el cine español.
La Isla Mínima es un claro ejemplo.







martes, 9 de diciembre de 2014

The Long Ryders, jueves 4 de diciembre, Sala El Sol


Conocí a The Long Ryders por pura casualidad. Allá por los años 80, un día cualquiera, uno de mis hermanos tenía que salir el día que en TVE emitían uno de sus míticos programas de música, en este caso creo que se trataba de Popgrama, y me pidió que le grabara en el VHS de casa un vídeo clip que quería ver. Ante la duda, grabé todas las actuaciones y vídeos en la cinta que allí había para tal uso, estas cosas pasaban en los años 80. Ese día salieron grupos de todo tipo y condición, hasta que apareció este vídeo. Realmente, Looking For Lewis & Clark me dejó ojiplático. Aquellas imágenes mezcladas de películas del oeste, de algaradas callejeras, cohetes despegando mientras The Long Ryders tocan en directo, sumado a la pinta que llevan los músicos, me fascinó por completo.

                                                          
                                AllMusic.com

El resultado de todo esto fue que en la siguiente visita al Discoplay de Los Sótanos de la Gran Vía, me compré el LP State of Our Union que contiene esta canción. Este disco fue para mí un fiel compañero durante mi adolescencia, época complicada de la vida. A fin de proteger el vinilo, hice una copia en cassette de la que puedo decir no salió del interior del walkman durante mucho tiempo.

Así, después de tantos años, en cuanto me enteré de que venían a tocar, compré las entradas. Lo que no sabía era que ese mismo día iba a resultar una jornada de esas en las que hubiera sido mejor quedarse en la cama, por diversos motivos que no vienen al caso. Apunto estuve de renunciar al concierto, de hecho hice la llamada pertinente para cederlas, pero encontrarme el buzón de voz de quien llamaba me hizo ver que tenía que ir.

Volver a entrar en la Sala El Sol después de bastantes años, ver al mismo portero de siempre, bajar esa escalinata para entrar en el mundo de color rojo me trae muy buenos recuerdos. Mi querida mujer y yo nos acoplamos en los peldaños que hay justo debajo de la cabina del DJ y así pudimos ver el concierto. Mientras se llenaba poco a poco la sala, nos dimos cuenta de que estábamos un poco por debajo de la media de edad, había mucho veterano aficionado del rock, incluso algún periodista ilustre, con quien coincido en casi todo lo que escribe.

El concierto fue bastante bueno, sonó bien en general. Afortunadamente para mí tocaron muchas canciones del State Of Our Union, cómo no. La primera fue Lights of Donwtown
Years Long Ago fue la siguiente. Un detalle que tiene The Long Ryders es que mola que todos los músicos canten. También hubo lugar para You Just Can't Ride The Boxcars Anymore. El set list continuaba hasta que tocaron una detrás de la otra I Want you Bad y Capturing the Flag. Hay momentos que uno se llevará a la tumba y este es uno de ellos. Para finalizar el concierto, era previsible que sonara State of my Union, canción ideal para antes de los bises, además el guitarrista Stephen McCarthy se sentó en el borde del escenario, rodeado de fans.

Los bises trajeron Have you seen her face y claro, Looking for Lewis&Clark como fin de fiesta. Los primeros acordes no sonaron como en el disco, pero en cuanto entró de lleno el tema, Sid Griffin invitó a cantar con ellos los coros a pleno pulmón. Fue entonces cuando volvió a mi mente aquellos años complicados, tumbado en el sofá de la casa de mis padres escuchando esta canción, viendo este vídeo tan chulo. Por todo ello la canté como si no hubiera un mañana, por los viejos tiempos.

Minutos después, todos volvimos a la dura realidad. Un nefasto día estuvo a punto de hacerme perder algo bueno e inolvidable. Otro favor más que me hicieron The Long Ryders. Mañana, conduciendo mi coche, volveré a poner la misma cinta que escuchaba 30 años antes.










miércoles, 3 de diciembre de 2014

Relatos Salvajes, un día de furia


Relatos Salvajes consta de seis historias, todas parten de situaciones cotidianas, cualquiera puede verse envuelto en ellas. La cuestión es cómo reaccionan los protagonistas ante las malas noticias. Tan solo unos minutos iniciada la primera narración, el espectador se ve metido en algo que muy probablemente haya visto antes, me refiero a los Cuentos Asombrosos de Steven Spielberg o a los capítulos de Alfred Hitchcock Presenta.

                                                    

Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia, Darío Grandinetti y otros grandes actores que participan en la película, juegan con nuestros miedos añadiendo las suficientes dosis de humor -negro generalmente- haciendo todavía más vivo el recuerdo de aquellas míticas series. Las más de dos horas que dura el film pasan rápidas, el espectador queda rápidamente atrapado por el juego que proponen las distintas historias: ¿y usted qué haría?

Damián Szifrón, director y guionista, hila muy fino al perfilar los personajes. Estos muestran culpa, revancha, ira, resentimiento, corrupción, engaño... Todo ello mezclado con reacciones sorprendentes e inesperadas. Relatos Salvajes fue en principio un proyecto menor que empezó a ganar posiciones respecto a otros trabajos de Szifón para acabar viendo la luz este año que ya termina, cosechando el Premio del Público a la Mejor Película Europea del Festival de San Sebastián y el aplauso generalizado de Cannes. Aún se puede ver en el cine. No se la pierdan.







lunes, 1 de diciembre de 2014

Fútbol contra el enemigo, de Simon Kuper


Allá por los primeros años 90, Simon Kuper, con apenas 23 años, consiguió ahorrar unos pocos miles de libras esterlinas con la finalidad de costearse un largo viaje por distintos continentes para averiguar las conexiones que unen a la política con el fútbol en distintos puntos del planeta, ahí es nada.

La ruta la inició Kuper atraviesando Europa de Norte a Sur. A lo largo de ella, podemos leer cómo era la
'vida de los otros' en la antigua RDA, el poder de la mafia en Ucrania y cómo someten a su voluntad a los clubes; el fútbol en la Rusia que resultó de la desintegración de la URSS y la idiosincrasia de cada equipo heredada de la era soviética; el sorprendente método que empleó Zelentsov, el ayudante del mítico Valeri Lobanovski, para elegir a los jugadores que quedaron subcampeones con la URSS en la Eurocopa de 1988; Kuper también profundiza y analiza el odio que se profesaban alemanes y holandeses todavía 43 años después de la II Guerra Mundial.

                                                            


Nuestro país fue también visitado por Kuper, pasó por Barcelona para analizar la relación del
F.C. Barcelona como emblema de Cataluña respecto al resto de España y la implicación política de su entorno. Aunque buena parte de lo que dice en este episodio es muy interesante, Kuper comete el pecado de caer en análisis bastante simples, por ejemplo: durante la época de Franco, cuando Madrid mandaba sobre Barcelona, el Madrid ganó todos los torneos posibles, lo que no dice Kuper es que el Barcelona, junto al Athletic de Bilbao es el equipo que más copas del Generalísimo luce en sus vitrinas. Aún así, como digo, el capítulo es tan interesante como el resto del libro.

El viaje sigue por
África, por Camerún (quizá el capítulo más largo y un tanto tedioso) y Sudáfrica, también por Sudamérica donde Kuper nos cuenta cómo la Junta Militar que gobernó Argentina utilizó el Mundial de 1978 para ocultar sus crímenes e intentar mostrar al mundo un país idílico en su fachada, aun a costa de arruinar la economía. También vivimos un Celtic – Rangers en Glasgow, pasando por Irlanda del Norte, donde ser identificado como católico o protestante en el lugar equivocado podía costar la vida.

En definitiva
Fútbol contra el enemigo habla del aprovechamiento de la ilusión colectiva por parte de políticos de todo tipo y condición para conseguir su propio beneficio. Es un libro que todo buen aficionado al fútbol y cualquier persona inquieta por conocer qué pasa a su alrededor, debería leer. Muy recomendable.