Portada 3

Portada 3

domingo, 28 de enero de 2018

Muchos hijos, un mono y un castillo


Gustavo Salmerón ha firmado un documental realmente sorprendente, basado en el devenir de su familia a lo largo de 14 años. Julieta, madre de Gustavo, es el hilo conductor de esta historia. Con un amplio sentido del humor (negro tantas veces) y una ironía inigualable, Julieta se mete en el bolsillo al espectador desde el primer minuto de la cinta.

                                                        


Los Salmerón son una familia numerosa a la vieja usanza, vestigio de otros tiempos que ahora pueden asombrar a los más jóvenes. Luego de la presentación de padres e hijos, la acción de este documental arranca con la delirante búsqueda de las vértebras de la abuela de Julieta que, según la mitología familiar de los Salmerón, están guardados en uno de los armarios de la inmensa casa familiar, todos ellos llenos hasta los topes de cajas cargadas de recuerdos. A partir de ahí, Muchos hijos, un mono y un castillo se nos presenta como una metáfora de la misma vida desde el punto de vista de Julieta: nostalgia, juventud perdida, alegrías y tristezas después de criar y sacar adelante a un buen número de hijos, con los altibajos personales y económicos que les ha tocado vivir.

Julieta, como decíamos antes, se mete en el bolsillo al espectador a base de salero, gracia, surrealismo, humor y ternura. Pasado mes y medio de su estreno en cines, hay que decir que el pasado sábado la sala de cine no presentaba una sola butaca vacía. En muchos momentos de la proyección del documental, la sala estallaba en carcajadas con las ocurrencias de Julieta, quién será recordada con el paso del tiempo. Muchos hijos, un mono y un castillo ha sido premiada en los festivales de Karolvy Vary, Hamptons y San Sebastián y está nominada al Goya a la mejor película documental.









jueves, 25 de enero de 2018

El alma se extingue, una novela de Lajos Zilahy


El alma se extingue fue escrita en 1932 por Lajos Zilahy, es una visión novelada de la emigración, principalmente, pero también toca estos otros temas: las raíces, el desarraigo, la llegada a la tierra prometida... De refilón el libro habla de la mezquindad, la prepotencia de aquellos que emprendieron el viaje antes que nuestro Janos, protagonista y narrador de esta historia, del choque de culturas y de personalidades...

                                                         


Precisamente, tan pronto como Zilahy se centra en estos aspectos de la emigración es cuando El alma se extingue produce más interés en el lector. La galopante crisis que sufre Hungría a principios de los años 30 del pasado siglo obliga a Janos a tomar la dramática decisión de abandonar su hogar y familia. El ingenio de nuestro protagonista se agudiza, donde otros se arrugan y se pliegan a las circunstancias, Janos saca lo mejor de sí mismo para buscarse la vida en el Nuevo Continente. Allí, pasa por un auténtico tobogán de emociones, económicas y personales. Es aquí precisamente, con la trama de Jennifer, cuando El alma se extingue flaquea. Aun así, esta novela de Zilahy implica al lector, hace ponerse en los zapatos de aquel que arriesga todo para labrarse un futuro mejor.

Lajos Zilahy nació ciudadano del Imperio Austrohúngaro en 1891. Luchó en el ejército imperial durante la I Guerra Mundial, experiencia bélica que le sirvió para escribir Dos cautivos, su novela más celebrada. Zilahy tuvo su propia productora de cine, creada en 1939, mediante la cual llevó alguno de sus libros a la gran pantalla. En 1947, Zilahy emigra a EE.UU. Donde escribirá la trilogía sobre la familia húngara Los Dukay: El siglo feliz, Crepúsculo cobrizo y El ángel del odio. Lajos Zilahy falleció en 1974 en Novi Sad, entonces Yugoslavia. El alma se extingue está publicada -en una cómoda edición para el lector- por la editorial Funambulista.









domingo, 21 de enero de 2018

Contra la crisis, jugadores de un solo club: Nacho


Una de las cosas que llenan el corazón del aficionado es ver triunfar a los jugadores de la cantera cuando llegan al primer equipo. Otra, es verlos retirarse sin haber salido del club de toda su vida después de una larga carrera deportiva, circunstancia que hoy en día, con este fútbol tan profesionalizado y mercantilizado que tenemos, es muy difícil de ver.

En el caso del Real Madrid,
el perfecto ejemplo es Nacho Fernández. Al contrario que otros compañeros suyos de la cantera madridista, Nacho no tuvo que ser cedido a un tercer equipo para llegar a formar parte de la primera plantilla, donde debutó en 2011. Las dos siguientes temporadas estuvo a caballo entre el Castilla y el Madrid, asentándose definitivamente en 1ª División en 2014.

                                                          


Nacho cumple a la perfección en su posición de central cuando le toca jugar: es contundente en el cruce, rápido en las ayudas a los laterales, además es un excelente marcador y sube al ataque cuando el juego lo requiere. Lleva la competencia por la titularidad con Sergio Ramos, Varane y Vallejo, al menos de cara al exterior, con una exquisita deportividad: nunca se queja cuando le toca estar en el banquillo, se sabe una pieza más dentro del engranaje del equipo y cuando sale en el 11 inicial no hay un gramo de esfuerzo regateado por su parte. Se podrá recordar algún partido malo de Nacho pero como excepción que confirma la regla: es uno de los mejores centrales de España, como demuestra su continua presencia en la selección nacional sin ser titular indiscutible en el Madrid.

Ayer, cuando el Deportivo se puso por delante en el marcador y en el Bernabéu se empezaba a escuchar el runrún de disgusto en la grada después de la última derrota en casa ante el Villarreal y el enésimo partido nefasto contra el Leganés en Copa,
Nacho fue quien puso la primera piedra de la remontada y la posterior goleada, firmando en ella un doblete más que merecido. El 6 canterano del Madrid no está solo, le acompañan Carvajal y Lucas Vázquez, pero sólo él puede decir que es un hombre de un solo club. Ojalá llegue a terminar en el Madrid su carrera deportiva, se lo merece.







martes, 9 de enero de 2018

Reivindicación del silencio, la crisis del Madrid


El silencio está infravalorado hoy en día en todos los órdenes de la vida. Para comprobarlo no hace falta nada más que montar en cualquier transporte público, verán cómo algunos pasajeros juegan con sus teléfonos inteligentes o ven vídeos con un nivel de volumen lo suficientemente alto para que todos los allí presentes se enteren. Hay quien mantiene directamente una conversación telefónica -desde bien temprano- o hace sonar el tableteo de los caracteres del teclado virtual de su dispositivo como si de una antigua máquina de escribir se tratara. El fútbol tampoco es ajeno a esta desafección a la ausencia de ruido.

Cuando en un estadio se guarda un minuto de silencio en memoria de un fallecido, ahora suena música por la megafonía intentado evocar no se sabe muy bien qué: si tristeza, nostalgia o ambas cosas, cuando lo que de verdad impresiona y sobrecoge es ver a decenas de miles de personas puestas en pie manteniendo un silencio sepulcral. No existe mayor muestra de respeto y condolencia que el silencio, pero esta no es la intención que ha llevado a escribir esta entrada.

Todo esto viene a cuenta por el ruido que ha levantado la crisis de resultados que viene arrastrando el Real Madrid desde el final del pasado verano. En distintos foros de Whatsapp, en conversaciones con otros aficionados o en artículos de prensa o blogs especializados abunda la crítica, ora constructiva, ora destructiva. Se señalan culpables de la situación y por supuesto, se apuntan las posibles soluciones.

                                                           


El madridismo anda cabreado, y con razón. Lo que en un inicio parecía ser el comienzo de una época triunfal ahora tiene toda la pinta de ser un fin de ciclo traumático. Si hoy el Numancia de Soria logra ganar el partido y no digamos remontar el 0-3 de la ida de la eliminatoria de Copa, si el Villarreal se lleva los tres puntos del Bernabéu en la próxima jornada de Liga, el estadio seguramente estallará en silbidos. No faltan los motivos como se ha comentado un poco más arriba.

Es evidente que hay jugadores -en todas las líneas- que están muy lejos de su mejor estado de forma y lo que es peor, no muestran la actitud mínima exigible, lo que es intolerable para el madridismo. Han llegado nuevos futbolistas que se deben estar preguntando a qué han venido porque apenas tienen oportunidades a pesar del mal momento de vive el equipo que se presume titular. Muchos aficionados cuestionamos las alineaciones de Zidane y las decisiones que tomó el presidente el pasado verano (único director deportivo conocido en la actual junta directiva) desarmando al actual campeón de Europa y de Liga.

Todos ellos sentirán, sin duda, la presión de la pitada si es que se produce, pero ¿se imaginan un Bernabéu lleno hasta la bandera en absoluto silencio al acabar un partido? Es otra forma de hacer notar el disgusto -tal vez más respetuosa- con unos futbolistas que han dado muchas alegrías hace muy poco tiempo. A pesar de la actual situación, la temporada no ha acabado. La próxima eliminatoria de Copa de Europa contra el Paris Saint Germain en febrero marcará el destino del equipo en lo que queda de temporada. El Madrid es capaz de superarla, si lo hace no habrá motivos para guardar silencio sino todo lo contrario, pero como muestra de alegría.