Portada 3

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viernes, 7 de marzo de 2014

Philomena, cuando los lobos cuidan de los corderos


Reconozco que no tenía ni idea de qué iba la película. Cuando alguna me atrae bien por los actores, por el director o bien por el cartel, procuro no saber nada de su argumento para no llegar condicionado por nada al cine. Y la verdad es que Philomena me ha gustado, y mucho, aunque uno salga indignado después de verla.

                                                           

Philomena, personaje real interpretado por Judi Dench que da nombre a la película, es la historia de una mujer irlandesa que quedó embarazada muy joven y fue enviada por su familia a una institución religiosa donde dieron en adopción a su hijo en contra de su voluntad. 50 años más tarde se encuentra con un periodista un tanto estirado que se encuentra en paro -Steve Coogan- al que le cuenta su historia, mantenida en secreto por ella misma. En un principio, la confesión de Philomena no atrae en absoluto al plumilla, pero en cuanto empieza a tirar del hilo, se implica en la búsqueda del hijo de Philomena bajo la premisa de escribir un reportaje a cambio.

Estos dos personajes son los que llevan el peso de la narración.
Judi Dench está para llevársela a casa, si me permiten la expresión. Los que ya vamos teniendo una edad y por tanto, nuestra madre también, seguramente veamos en Philomena muchas cosas que nos recuerden a ella: la manera de contar las cosas, sus reacciones, el paso del tiempo en el rostro... y sobre todo la mirada, esa mirada que sólo una madre puede tener.

                                                            


Por
Steve Coogan reconozco que tengo debilidad desde que le vi en Coffee & Cigarrettes y sobre todo haciendo del productor musical Tony Wilson en 24 Hours Party People; impagable esa secuencia dónde recompra la cinta master que tiene registrada la mezcla definitiva del nuevo disco de los Happy Mondays. Coogan interpreta aquí a Martin Sixmith, periodista despedido de la BBC, estirado y un tanto prepotente. Destacable es la evolución del personaje de Coogan a lo largo del metraje mediante su interpretación: del rechazo a la empatía, del “vaya cretino” al “bien dicho, joder”. Steve Coogan coproduce la película y firma con Jeff Pope la adaptación del libro original de Sixmith al cine.

Sobre
el argumento... qué decir... Debe ser desolador estar en medio de esta situación y no recibir ayuda. Primero de tu propia familia, luego por las personas que, se supone, actúan guiados por la caridad y la misericordia. Que gente de estas características existe dentro de la Iglesia es verdad, no nos engañemos, pero flaco favor se hacen a sí mismos y a los que sinceramente y de corazón ejercen los valores del cristianismo, aquellos que pretenden ocultar ésta y otras historias de abusos, de autoritarismo radical, de humillación al pobre, al diferente, al humilde... No sé si existe la justicia divina, pero sí la humana y ante ella deben comparecer los culpables. Callar y ocultar estas situaciones no es otra cosa que poner a los lobos a cuidar de los corderos.



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