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miércoles, 26 de agosto de 2015

¡Rocha se queda, Rocha no se vende!


Como ya hemos comentado en este foro, el Bernabéu es un estadio complicado para los propios jugadores del Real Madrid, un mal gesto, demostraciones notorias de indolencia o simplemente un mal día en la sala de prensa y la mayoría del público baja en pulgar o fija sus iras en un jugador, no ceja hasta que el jugador logra subir el pulgar o bien es traspasado a otro equipo. Ricardo Rocha, a pesar de sus sonados goles en propia meta, fue la excepción a esta regla. Fue un jugador muy querido por el madridismo a pesar de estar tan solo un par de temporadas en el Real Madrid.


                                                    

                                           Ricardo Rocha
 

La llegada de Ricardo Rocha

Fichado en el verano de 1991 del Sao Paulo brasileño, tras firmar una muy buena actuación con la selección brasileña en la Copa América disputada en Chile, Rocha ya contaba 28 años cuando aterrizó en Chamartín.
Radomir Antic, entonces entrenador madridista, avalaba su llegada. Poco a poco, Rocha fue dejando muestras de su entrega y de su clase. Era un defensa central contundente, serio, no fue el mejor zaguero de la historia, ni mucho menos, pero en el tiempo que estuvo en el Madrid, no se puede dudar de su entrega a la camiseta blanca marca Hummel, incluida aquella del cuello marinero. Así fue conquistando al Bernabéu, a base de buen juego y esfuerzo. Pero las cosas no iban bien en el Madrid. Tras las 5 Ligas conseguidas por el Madrid de la Quinta, comenzó el dominio azulgrana, a base de inesperados suicidios madridistas con una hora menos respecto a la Península. El magnífico equipo de finales de los 80 se fue diluyendo por salidas que no debieron ser como la de Martín Vázquez, el declive de Hugo Sánchez y Butragueño y el fracaso de más de un fichaje que se suponía estrella.

Cuando marcar en propia meta se hizo hábito

Lo realmente inexplicable de Ricardo Rocha fue la extraña querencia que tenía a marcar goles en propia meta, alguno de ellos, auténticos golazos. En la semifinal de la Copa de la UEFA de 1992, frente al Torino, en el minuto 7 del partido de vuelta, Rocha marcó el gol que le hacía falta al equipo italiano para igualar el 2-1 de la ida, ese que fue el último partido que vio Juanito. El balón venía del lateral del área, tenía cierto peligro, pero el despeje no se veía complicado,
Rocha, mal perfilado fusiló a Buyo como si ni hubiera un mañana. Además, el Torino marcó otro gol, pasando a la final que perderían con el Ajax de Amsterdam. Semanas más tarde, en Tenerife, Rocha marcó otro gol en propia puerta, este ha sido el suicidio madridista por excelencia, del que no se puede encontrar explicación. En defensa de Rocha, hay que decir que Buyo protagonizó aquel no-córner, tras pase surrealista atrás de Sanchís desde el medio campo y que Butragueño tuvo en sus pies el 3-1 que habría sentenciado el partido y la Liga, no fue él solo.

La temporada siguiente, la 1992-93, trajo otro nuevo fiasco en la última jornada de Liga y descalabro en la UEFA, esta vez en cuartos de final y frente al Paris Saint Germain que remontó el 3-1 inicial del Bernabéu con un soberbio David Ginolá y George Weah.
Rocha dejó para el recuerdo otro soberbio autogol, en Riazor, frente al Superdépor que ya venía avisando. Eso sí, se ganó la Copa del Rey, frente al Zaragoza, con golazo de Mikel Lasa a Cedrún, sería la última Copa de los merengues hasta bien entrado el siglo XXI, cuando el Madrid volvió a tomarse este trofeo en serio. A pesar de los goles, Rocha seguía dando un rendimiento más que bueno, tanto que el presidente Mendoza le prometió la renovación del contrato.

La despedida de Rocha del Real Madrid

La afición se lo tomó el compromiso presidencial al pie de la letra, pero entre que
Ramis pedía paso para consolidarse desde el Castilla más el fichaje de Rafa Alkorta del Athletic, se consumó la marcha de Ricardo Rocha hacia el Santos de Brasil. El público del Bernabéu intentó dar la vuelta a la situación, el cántico ¡Ro-cha-se-queda-Ro-cha-no-se-vende! se hizo unánime, pero la decisión ya estaba tomada. En 1994 fue uno de los capitanes de la selección carioca que ganó el Mundial de EE.UU. aunque por lesión no pudo jugar más allá de la primera fase. Ricardo Rocha continuó en activo hasta que se retiró en 1998 como jugador de Newell's Old Boys argentino.




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