Portada 3

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miércoles, 29 de octubre de 2014

Vivir el Clásico


Tremendo el partido que vivimos el pasado sábado las más de 80.000 almas que pudimos verlo dentro del Santiago Bernabéu. Para mí, esta vez iba a ser diferente, por distintos motivos los amigos y camaradas que habitualmente me acompañan no podían asistir, así que me enfrentaba a todo un Real Madrid-Barcelona ante la incertidumbre que quién me iba a acompañar los 90 minutos.

La primera sorpresa fue al llegar a mi abono, justo al acabar de anunciar las alineaciones de los dos equipos. El llamado
Himno de la Décima, de ritmo marcial y soviético, parece que va cuajando entre la afición. Ya lo comenté en otro post, la canción en sí no es que me guste en exceso, pero el estribillo cumple con unas simples reglas que son sinónimo de éxito: es fácil de aprender, fácil de cantar y va in crescendo. Realmente fue emotivo formar parte de un coro tan grande. Me alegra que esto sea así. El Madrid y la afición lo merecen.

                                                          


Una vez ubicado en mi asiento pude comprobar que a mi izquierda había un matrimonio de unos cuarenta y muchos años, alemanes, no implicados sentimentalmente con ninguno de los dos equipos, pero sí conscientes del partido que iban a ver. Al poco tiempo se desplazaron un asiento a la izquierda para que otra pareja, ésta muy castiza pudieran estar uno delante de otro, en filas consecutivas. La señora
no paraba de animar, hablaba a Casillas directamente, como si éste pudiera escucharle y reclamaba tarjetas a cada una de las faltas de los jugadores culés; su marido, con bufanda y auriculares en ristre, asentía cada una de las afirmaciones de su señora, miraba el juego para, según la jugada, quitarse los cascos y comentar cualquier aspecto bien con su mujer, bien con el resto de la parroquia. Conmigo comentaba cosas como: 'cuánto quiere el Bernabéu a Isco', 'qué ambientazo hijo' o 'hoy estamos demasiado generosos' por los numerosos contragolpes que los delanteros madridistas desperdiciaron. Enternecía ver cómo se miraban y disfrutaban juntos de su pasión.

A mi derecha estaba un chaval muy joven, no sé si llegaría a tener 20 años. Al poco de empezar el partido empezamos a comentar las jugadas. Allá hacia la mitad del primer tiempo, confesó que era
su primer día en el Bernabéu y que su presencia en el estadio era toda una carambola. Él es de Cádiz y había venido a Madrid a ver a su novia que estudia en el Foro. A su vez, otro amigo suyo tenía una entrada para el partido, pero un compromiso de última hora le impidió asistir, por lo que se la ofreció a este chico. A veces, el chaval hacía preguntas sobre tal jugador o sobre aquel cántico, lo que delataba su insultante juventud. Total, que celebramos juntos los goles, aplaudimos y cantamos, por que ver el fútbol en el estadio también es eso. Al acabar el chico era la viva expresión de la felicidad, le di la enhorabuena por su brillante estreno en el Bernabéu. 'Por cierto, me llamo Félix', yo también de dije mi nombre nos dimos la mano y se despidió diciendo: 'gracias... y nos vemos en la final de la Undécima' Pues eso, nos veremos en la Undécima y que ustedes lo vean.


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