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domingo, 10 de diciembre de 2017

Punk, pero ¿qué punk?, editado por La Fonoteca


Aunque fue publicado hace ya casi dos años por La Fonoteca, el libro Punk, pero ¿qué punk? no ha perdido ni un ápice de interés en su lectura, si acaso habrá podido quedar fuera alguna nueva banda que haya nacido después de principios de 2016, pero la auto proclamada guía incompleta del punk nacional, escrita por Tomás González Lezana, al contrario de lo que predica, pasa por ser la obra de consulta definitiva sobre el punk hecho en casa.

Ya desde la introducción a cargo de Elena López Aguirre, ex bajista de
Potato, de Roberto Moso, cantante de Zaramay quién hizo de hilo conductor en este interesante documental y del dibujante de cómic Carlos Azagra, el lector queda avisado: lo que viene a partir de ahí es una crónica exhaustiva del movimiento punk hecho desde cualquier rincón de España. El trabajo de documentación es completísimo y abrumador, no hay personaje, miembro de cualquier grupo, concierto donde algo interesante pasó que no quede reflejado en su particular historia.

                                                          

Luego de un extenso repaso por el denominado Rock Radical Vasco y la Euskadi Tropical, Tomás González Lezana nos lleva de la mano a la Barcelona de la Banda Trapera del Río, de Decibelios, de L'Odi Social; a un Madrid dónde no todo eran los grupos de la Movida en el panorama musical, donde Manolo UVI hizo de hilo conductor entre los grupos madrileños y los radicados en el País Vasco y Cataluña. Hace también el autor un amplio recuento de las bandas Oi!, de aquellas que siguieron la senda de los Ramones, incluidos Los Nikis, claro que sí y por supuesto del punk hecho en Canarias, Andalucía...

Aunque
Punk, pero ¿qué punk? en su relato llega hasta casi nuestros días, sobre todo cuenta la influencia política y social en el punk de las décadas de los años 80 y 90 en nuestro país. Aquellos fueron tiempos violentos y conflictivos que tuvieron su respuesta musical de disconformidad con lo que el sistema ofrecía a la juventud de entonces. Bastaba con tener instrumentos, ganas de tocar, tener una historia que contar y una actitud provocativa. El resto era grabar casetes y venderlas por los bares, aparecer en fanzines, tocar en locales okupados, el boca a boca... En un país en donde todo estaba por hacer, la industria musical y la organización de conciertos no estaban al margen. Hoy en día puede sorprender en qué condiciones se celebraban conciertos en aquellos años, pero basta con leer los innumerables testimonios que aparecen en el libro para ver cómo se hacían algunas cosas en los tan añorados años 80.

Recuerdos de bandas, de músicos que ya desaparecieron, de una época contextualizada en unas circunstancias difíciles de repetir, nostalgia de un tiempo en que el 'háztelo tú mismo' era posible. Punk, pero ¿qué punk?es otro ejemplo del estupendo trabajo que hace (en libros y discos) La Fonoteca para conservar la memoria musical, y por tanto cultural, de nuestro país.














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