La gran belleza, quería que me gustara
Tal
vez ha sido el fenomenal
boca a boca,
quizá esperar que la película fuera por otros derroteros,
seguramente ha sido la envidia
mal sana
que produce ver que el protagonista tiene una terraza con vistas
directas al Coliseo romano. Lo cierto es que cuando salí del cine
las
sensaciones no fueron buenas.
¿Cómo explicarlo si los actores
son estupendos,
el
entorno visual fascinante
y las fiestas, ay las fiestas, son de las que nadie se quiere perder
y además en Roma? Espero ser capaz.
Jep
Gambardella
es un escritor de un sólo éxito que, incapaz
de
encontrar
de nuevo la inspiración,
se refugia en el periodismo como modo alimenticio de ganarse la vida.
En el centro de la vida social romana, Gambardella sobrevive
a la superficialidad
e insustancialidad que le rodea aferrado
al recuerdo de un amor
de juventud. Toni
Servillo,
actor que da vida al protagonista, es
realmente
increíble,
la expresividad de su rostro, cómo irradia su personaje al
espectador. El
resto del reparto,
el pagafantas, el fiestero irredento, el vecino misterioso, la
amante, conforman
un buen retrato coral de la vida social romana.
A este respecto, hay que señalar la brillante crítica
del submundo de la cirugía estética. El
cine, quizá causa y cómplice de la desfiguración de los rostros,
mayoritariamente femeninos, debería hacer más para evitar esas
caras
que parecen sacadas
del mismo molde.
¿No ve usted por la calle un estereotipo de rostro femenino tipo
Cristina Fernández de Kirchner?
Tal vez las malas
sensaciones
que me produjo la película vengan de tramas
de la historia no explicadas lo suficiente:
el turista oriental; otros alargados hasta la saciedad: el misterioso
hombre de las llaves por ejemplo, complicando así la narración,
haciendo que el espectador se pierda en la historia. También hay
personajes
que, a mi modesto entender, sobran,
como el cardenal; si cuentas la trama del hijo deprimido ¿de verdad
es necesaria la charla de la escritora engreída?
Todos estos
excesos
narrativos hacen que el
metraje se dispare hasta los 142 minutos,
es decir 2 horas y 22 minutos. Para llegar a esta duración hay que
justificarlo muy bien. Por ejemplo, de Woody Allen se pueden esperar
películas pasables, menos buenas y muy buenas, nunca malas. Pocas
veces pasa de los 90 minutos, hora
y media es
tiempo
más que suficiente para una narración cinematográfica.
Esta reflexión me hizo acordarme de un disco de The Clash:
Sandinista.
Este álbum de 1980 salió en formato
triple,
los tres vinilos contienen canciones excelentes pop, rock,
reivindicativas: Hitsville UK, Somebody Got Murdered, Washington
Bullets, etc... También incluyen canciones
experimentales que realmente no enriquecen el LP:
Mensforth Hill, Shephers Delight, One more Dub... Si Sandinista
hubiera sido un álbum de un solo vinilo, seleccionando las mejores
canciones, estaría mejor considerado. Creo que a La Gran Belleza le
ocurre lo mismo que al Sandinista: le sobra metraje, con 90/100
minutos habría quedado mucho mejor, menos densa, menos barroca. Y ya
lo siento, igual deseaba en exceso que me gustara.
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