Commando, autobiografía de Johnny Ramone
Confieso
ser un fan
declarado de los Ramones
y creo no conocer a ningún aficionado a la música al que no le
guste la banda neoyorkina. Confieso también la tremenda
desilusión
que me llevé al ver el documental End
of the Century
(2003, dirigido por Jim Fields y Michael Gramaglia). Pensaba, quizá
inocentemente, que si bien entre ellos no eran los mejores amigos sí
tendrían un cierto sentimiento
de camaradería,
nada más lejos de la realidad. El hecho de que Johnny
birlara la novia a Joey
hizo que la convivencia entre ellos fuera prácticamente inexistente,
ni
siquiera se dirigían la palabra.
Si ya desde el principio estar juntos les resultaba complicado,
después de este incidente, ya fue imposible. Siempre se piensa que
estar en una banda de rock, y más una mítica, es otra cosa, no
esto.
El libro viene a confirmar la triste sensación. Johnny
Ramone cuenta su versión de la
historia de la banda.
Si bien tuvo una infancia feliz, la adolescencia marcó el carácter
de Johnny forjándose una merecida fama
de camorrista y pendenciero.
La delincuencia juvenil parecía su futuro hasta que su padre le
consiguió un puesto de trabajo en la construcción. Al quedarse en
paro después de esa ocupación, formó la banda con sus amigos Tommy
y Dee Dee. Joey que no pasaba de ser un conocido del barrio.
Desde
los comienzos del grupo en el mítico garito de Nueva York CBGB,
Johnny fue consciente de que, como grupo, eran
buenos.
Tenían trabajo por delante, como perfeccionar la escenografía y la
forma de moverse por el escenario. Sus inicios coincidían con un
momento
clave en la evolución del rock.
Algo nuevo se estaba cociendo en Nueva York con grupos como Talking
Heads, Television, Blondie, Suicide... Al otro lado del océano
Atlántico ocurría lo mismo con The Clash, Sex Pistols,
Buzzcocks...
Tras los discos Ramones,
Leave Home, Rocket to Russia y Road to Ruin
la
banda iba bien,
llenaban sus conciertos pero siempre en recintos pequeños o
medianos, no
terminaban de dar el salto
hacia los grupos de gran éxito, ni a la hora de celebrar conciertos
ni a la hora de vender sus discos. Así las cosas, decidieron que
Phil
Spector
les produjera su siguiente álbum, pero ni
aun así lo consiguieron.
A partir de ahí se hicieron a la idea de que nunca lo lograrían.
Johnny se tomó la música como algo puramente
económico,
un trabajo. Sabía que ya no iba a conseguir una ocupación mejor,
así que decidió mantener los Ramones con el objetivo de conseguir
el dinero necesario para cuando se retirara no
tener la necesidad de trabajar.
Johnny que siempre estuvo obsesionado con el dinero, a partir de ese
momento fue casi su único leit
motiv.
Recuerdo que Joe Strummer contaba que en un encuentro con Johnny este
le contó que habían batido su propio récord de velocidad a la hora
de tocar el set
list
de un concierto ante el estupor de Strummer, como si le estuviera
diciendo: el
tiempo es dinero.
Yo
vi a los Ramones en directo. La primera vez fue en 1989 en el extinto
Pabellón de la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid, teloneados
por los BB Sin Sed. Hubo incidentes con la policía a la hora de
entrar al Pabellón, cargas, peleas, un poco de todo. El concierto,
efectivamente, fue un no parar, apenas había espacio para el mítico
one,
two, three, four
de Dee Dee para arrancar con un nuevo tema, así hasta que pasó una
hora y apenas unos minutos. Entonces los Ramones desaparecieron del
escenario para no volver. El mosqueo del público fue formidable por
tan corta duración, de los silbidos propios de una espera razonable
a unos bises, se pasó al lanzamiento de botes y de todo lo que
tenían al alcance los de las primeras filas del petado Pabellón.
Tuvo que salir alguien de la organización para hacer comprender al
público que “aquello tenía una duración y ya se había acabado”,
mientras las latas de cerveza le pasaban silbando por la cabeza. A
pesar de todo esto, tengo un recuerdo imborrable de aquel día.
La
segunda vez que los vi fue otra vez en el mismo Pabellón, ya iba
advertido por la experiencia anterior, así que esta vez lo recuerdo
todo más pacífico. En la pista estaba no sé si era el dueño, pero
el que siempre estaba en el garito Nueva Visión del barrio de
Malasaña, con una pancarta gigante del logo de los Ramones. Por ahí
estuve pegando botes. Después, se convirtieron en visitantes asiduos
a España durante los primeros años 90, a pesar de la alergia que
tenía Johnny a salir de los EE.UU. Pero cada nuevo concierto ya era
en locales más pequeños, como la Sala Canciller.
Así
fue el
final
del mítico grupo. Los discos nuevos ya no
tenían
la frescura
de antes, ellos mismos se
sentían algo mayores.
A pesar de que también durante los 90 tuvieron un inesperado éxito
en Sudamérica, ya no
tenían motivos para continuar.
Dee Dee ya había abandonado el grupo con anterioridad por diversos
motivos, la relación de Johnny y Joey casi era de monosílabos, el
propio desgaste de los años consumaron el final de los Ramones en
agosto de 1996. Aunque Johnny cumplió
su objetivo
de reunir el suficiente dinero para no tener que volver a trabajar,
apenas
le quedó tiempo
para disfrutarlo. Murió víctima de un cáncer en septiembre de
2004.
Los Ramones fueron un grupo que ha
tenido una influencia más que
notable
en las bandas contemporáneas de los años 70 y los 80 además en las
que los sucedieron ya a partir de los 90. Merecieron
más reconocimiento
del que tuvieron cuando estaban juntos. Quizá sea ahora cuando lo
han conseguido. Y es que la
buena música es eterna.
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