En Textos de Amor y Odio se habla de cine, literatura, música y de fútbol. La intención no es otra que crear debate y ofrecer pistas que pueden ser interesantes para el lector. Entren libremente, marchen sin novedad y dejen algo de la felicidad que traen.
Portada 3
viernes, 31 de enero de 2014
Nunca desconfíe de Scorsese ni de Di Caprio
El
lobo de Wall Street
es una gran película, no tenga usted la menor duda. La
historia,
increíble y desgraciadamente real, de Jordan
Beltford
ha
sido llevada a la pantalla grande con un gran sentido
del humor, negro,
lleno de elementos visuales que recuerdan anteriores entregas del
director, por ejemplo Uno
de los nuestros.
¡Qué decir de Di Caprio! Según Imdb acaba de cumplir solo 39 años
y va camino de ser uno de los actores
que marquen una época
en Hollywood.
Etiquetas:
brokers,
cine,
El lobo de Wall Street,
enriquecimiento ilícito,
excesos,
humor negro,
Leonardo Di Caprio,
Martin Scorsese,
Wall Street
miércoles, 29 de enero de 2014
El F.C. Barcelona, visto por un madridista
El
Barça ha hecho un largo viaje para llegar a ser lo que realmente es
ahora, una referencia
por juego,
tradición,
historia
y títulos
internacionales. Estos últimos son los que han llegado, en términos
históricos, recientemente. Este viaje, a veces, ha sido una travesía
por el desierto,
creo que antes habrían terminado de pasar por ella si las cosas
hubieran sido de otra forma.
Estamos en los años
80,
que es donde alcanza mi memoria vital. Del año 81 al 90 la Liga se
ventila entre los equipos
vascos
las primeras cuatro temporadas, el
Barça de Venables
en la mitad de la década y luego la
Quinta del Buitre se hace pentacampeona.
Durante los años de dominio madridista, el
Barça vivía instalado en la protesta:
los árbitros, la política, el centralismo... vaya ¿a quién me
recuerda este discurso? El binomio Núñez
- Gaspart
se sentía perseguido. Mientras, el Real
Madrid
con la mejor
generación
hasta el momento de futbolistas españoles surgida
de su cantera,
apoyados por los mejores jugadores nacionales y un par de extranjeros,
borda el fútbol y encadena
un campeonato tras otro.
El aficionado de a pie asistía a esa actitud de la directiva culé
entre el asombro y el bochorno ajeno con aquel motín
del Hesperia
entre otras cosas, con Luis
Aragonés
dando ejemplo al no dudar en ponerse del lado de los jugadores. Y
quién lo iba a decir, todo
este infierno iba a sentar las bases del llamado Dream
Team:
los Calderé, Rojo, Víctor, Clos, Pedraza y el propio Luis Aragonés
salen del Barça para dejar sitio a Cruyff en el banquillo, Bakero,
Koeman, Eusebio y Txiqui Beguiristáin entre otros. Aun así, el propio
Cruyff
estuvo a punto de ser despedido,
incapaz de parar el dominio madridista en sus dos primeras temporadas
en el banquillo azulgrana. La final de Copa de 1990 jugada en
Valencia ganada al Madrid, supuso aplazar la sentencia y bien que les
fue.
A partir de la temporada 1990-91, la historia es
conocida: cuatro ligas consecutivas, una Copa de Europa y un 5-0 al
Madrid. Por arte de magia, el
centralismo, los árbitros, el tradicional victimismo barcelonista
desaparecieron
a consecuencia de un equipo que dejó una huella indeleble en el club
catalán y, afortunadamente, en el fútbol español. El buen fútbol,
el estilo inconfundible y unos jugadores de extrema calidad lograron
dar la vuelta a la historia. Este equipo, sumado a la herencia de la
Quinta del Buitre son las fuentes donde bebe la selección española
que se encuentra esta temporada ante el reto seguir haciendo
historia.
Aquella
final de la Copa de Europa en Atenas contra el Milan y el Madrid ya
de Raúl certificaron la defunción de este equipo
con la devolución del 5-0, y a la larga del nuñismo.
Acerca de este presidente y lo que rodeó su presidencia recomiendo
el reportaje
de Orfeo Suárez para el número 7 de la revista Líbero.
A ojos ajenos del barcelonismo, sorprendía cómo un señor como
Nicolau
Casaus
pudo estar tantos años en la directiva con Núñez y Gaspart. Es
recordado por su bonhomía, educación y saber estar, tan poco
corrientes en el fútbol y más en los años 80 y 90. Se le echa de
menos.
El Barça de Rijkaard fue el preludio del de Guardiola.
Su buen hacer en el banquillo se vio acompañado por una camada
de
jugadores
de la
cantera
excepcional
-¿cómo es posible que Iniesta, siendo de Albacete, no acabara en el
Madrid?- liderado por un jugador que ya se encuentran entre los
mejores de la historia, Messi. La lluvia de triunfos y la dura
competencia de un Real Madrid que compra todo aquello que se mueva en
el mercado, aunque afortunadamente parece estar rescatando la
cantera, parecía haber enterrado viejos comportamientos
barcelonistas, pero resulta que no es así.
La
denuncia presentada por un socio culé,
del que deberíamos aprender de su inquietud e inconformismo, contra
el anterior presidente del Barça por las cuentas del fichaje de
Neymar
este pasado verano ha hecho reaparecer el victimismo
barcelonista
con una fuerza inusitada e incomprensible ya que en lo deportivo, su
primer equipo está líder de la Liga empatado con el Atlético,
clasificado para octavos en Copa de Europa y prácticamente en
semifinales de la Copa del Rey. El nuevo presidente Bartomeu
y sus directivos presuntamente apuntan,
sin decirlo, al
Madrid
como actor en la sombra de esta situación. Resucitan el fantasma del
robo
de Di Stefano como ellos mismos se han encargado de decir. Este
asunto siempre me ha despertado una reflexión: ¿qué creen que
habrían conseguido con él? El Barça de los años 50 tuvo a Kocsis,
Czibor, Luis Suárez, Kubala, Ramallets... un equipo de ensueño que
ganó sus títulos, pero ¿qué
se supone que Di Stefano hubiera conseguido que Kubala, Cruyff,
Maradona y Schuster no?
El Barça tuvo a todos estos futbolistas y apenas ganaron
campeonatos. Cuando se han olvidado de las persecuciones, fantasmas
del pasado y se han dedicado a crear un proyecto deportivo sólido, el
resultado está a la vista: un equipo que ha marcado época.
Todo
esto, repito, viene por la denuncia que ha presentado un socio del
Barcelona e independentista para más señas del que vienen a decir
que está en connivencia con Florentino
Pérez. No deja de ser curioso que el
presidente Rosell dimitiera sin dar una explicación
basada
en datos
sobre la operación económica del traspaso de Neymar. Si no tienen
nada que ocultar, ¿por qué ha dimitido Rosell, por qué no
presentan toda la documentación del fichaje en el juzgado? Una buena
política de transparencia en todos estos asuntos sería de
agradecer, no sólo para ellos, sino para el mundo del fútbol sin
excepción.
Así desde Madrid se ve con satisfacción ese
retorno al victimismo, un
Barça
que parecía enterrado ha vuelto a resurgir.
Sus jugadores parecen ignorarlo y siguen a lo suyo. Veremos si son
capaces de aislarse y continuar con su trayectoria. Porque cuanto
mejor sea el rival, todos somos beneficiados, por el propio deporte y
porque mejor saben las victorias.
Etiquetas:
Cruyff,
Dimisión,
F.C. Barcelona,
fútbol,
Gaspart,
Iniesta,
Maradona,
Messi,
Neymar,
Nicolau Casaus,
Núñez,
Real Madrid,
Rosell,
Schuster,
victimismo barcelonista
lunes, 27 de enero de 2014
Fados, de Carlos Saura
Durante
unos años fui ayudante
de mezclas
en un mítico estudio de post producción cinematográfica de Madrid:
estudios
Exa.
El trabajo consistía, básicamente, en configurar la mesa de mezclas
para el trabajo y equipar la sala del material necesario para que el
mezclador solo se ocupara de hacer su trabajo. Había más cosas que
hacer, pero ya se verá en otro post. En este estudio, que comenzó
su actividad allá por los años 50 del siglo pasado, me he
encontrado en la sala de mezclas o por los pasillos a gente como José
Luis Cuerda, Rodrigo Cortés, Andrés Calamaro, Jaime de Armiñán,
Agustín Almodóvar o Maribel Verdú,
un largo y extenso etcétera...
En una de estas ocasiones me
tocó trabajar con la película Fados
de Carlos
Saura.
Por motivos que no vienen al caso, la producción se estaba llevando
a cabo el Portugal, como es lógico, pero el último paso de la
película se realizó en Madrid. Además en esta breve aventura
el mezclador fue Alfonso
Pino,
un señor que acumula premios Goya al mejor sonido como el Real
Madrid copas de Europa, así que ahí estaba yo, en mi rinconcito de
la sala, con mis hojas donde apuntar cualquier incidencia y mi TC
6000 -generador de efectos- mientras el señor
Pino y los montadores de sonido portugueses ultimaban la película,
con
Carlos Saura al fondo de la sala sin parar de sacar fotos con su
cámara.
Ya
hablaremos de todo esto en otra ocasión. Todo esto viene a cuento
por mi descubrimiento del fado. Sí, sabía que existía, que Amália
Rodrigues
es una de las figuras más importantes, pero la verdad es que a este
lado de la península solemos ignorar aquello que ocurre en su zona
occidental, en todos sus aspectos. La película de Saura, como
sabrán, es una sucesión de 20 fados con diversos cantantes, músicos
y ambientes con unas cuidadas imágenes haciendo del film una
revisión
del estilo musical portugués
desde lo más clásico hasta versiones modernas rozando el pop
pasado por el hip hop.
De
todos aquellos fadistas que descubrí me llamaron la atención sobre
todo Mariza, Camané, Carlos do Carmo, Cuca Roseta, Chico Buarque y Argentina Santos. La belleza
de las voces,
la mezcla
de ritmos,
las cuidadas
imágenes,
la plasticidad de las coreografías hace de Fados un film
musical
donde se junta la saudade
portuguesa,
los sentimientos del país vecino, mezclados
con
América
y África.
Toda una experiencia para cualquier melómano. El
flamenco y el fado se encuentran en las voces de Miguel
Poveda y Mariza con el impresionante Meu fado meu. La
película casi de despide con este monumental Casa de fados.
Los
estudios Exa desgraciadamente ya no existen, quedan para siempre los
trabajos allí hechos. Fados fue uno más de los históricos allí
sonorizados. Personalmente quedará la satisfacción de verse,
modestamente, en los títulos de crédito de aquellas películas en
las que participé. Fue un honor trabajar en este histórico estudio,
los compañeros que tuve y los proyectos en los que trabajé.
Etiquetas:
Argentina Santos,
Camané,
Carlos do Carmo,
Carlos Saura,
Chico Buarque,
cine,
Cuca Roseta,
estudios Exa,
fados,
Fados de Carlos Saura,
Mariza,
Miguel Poveda
viernes, 24 de enero de 2014
La gran belleza, quería que me gustara
Tal
vez ha sido el fenomenal
boca a boca,
quizá esperar que la película fuera por otros derroteros,
seguramente ha sido la envidia
mal sana
que produce ver que el protagonista tiene una terraza con vistas
directas al Coliseo romano. Lo cierto es que cuando salí del cine
las
sensaciones no fueron buenas.
¿Cómo explicarlo si los actores
son estupendos,
el
entorno visual fascinante
y las fiestas, ay las fiestas, son de las que nadie se quiere perder
y además en Roma? Espero ser capaz.
Jep
Gambardella
es un escritor de un sólo éxito que, incapaz
de
encontrar
de nuevo la inspiración,
se refugia en el periodismo como modo alimenticio de ganarse la vida.
En el centro de la vida social romana, Gambardella sobrevive
a la superficialidad
e insustancialidad que le rodea aferrado
al recuerdo de un amor
de juventud. Toni
Servillo,
actor que da vida al protagonista, es
realmente
increíble,
la expresividad de su rostro, cómo irradia su personaje al
espectador. El
resto del reparto,
el pagafantas, el fiestero irredento, el vecino misterioso, la
amante, conforman
un buen retrato coral de la vida social romana.
A este respecto, hay que señalar la brillante crítica
del submundo de la cirugía estética. El
cine, quizá causa y cómplice de la desfiguración de los rostros,
mayoritariamente femeninos, debería hacer más para evitar esas
caras
que parecen sacadas
del mismo molde.
¿No ve usted por la calle un estereotipo de rostro femenino tipo
Cristina Fernández de Kirchner?
Tal vez las malas
sensaciones
que me produjo la película vengan de tramas
de la historia no explicadas lo suficiente:
el turista oriental; otros alargados hasta la saciedad: el misterioso
hombre de las llaves por ejemplo, complicando así la narración,
haciendo que el espectador se pierda en la historia. También hay
personajes
que, a mi modesto entender, sobran,
como el cardenal; si cuentas la trama del hijo deprimido ¿de verdad
es necesaria la charla de la escritora engreída?
Todos estos
excesos
narrativos hacen que el
metraje se dispare hasta los 142 minutos,
es decir 2 horas y 22 minutos. Para llegar a esta duración hay que
justificarlo muy bien. Por ejemplo, de Woody Allen se pueden esperar
películas pasables, menos buenas y muy buenas, nunca malas. Pocas
veces pasa de los 90 minutos, hora
y media es
tiempo
más que suficiente para una narración cinematográfica.
Esta reflexión me hizo acordarme de un disco de The Clash:
Sandinista.
Este álbum de 1980 salió en formato
triple,
los tres vinilos contienen canciones excelentes pop, rock,
reivindicativas: Hitsville UK, Somebody Got Murdered, Washington
Bullets, etc... También incluyen canciones
experimentales que realmente no enriquecen el LP:
Mensforth Hill, Shephers Delight, One more Dub... Si Sandinista
hubiera sido un álbum de un solo vinilo, seleccionando las mejores
canciones, estaría mejor considerado. Creo que a La Gran Belleza le
ocurre lo mismo que al Sandinista: le sobra metraje, con 90/100
minutos habría quedado mucho mejor, menos densa, menos barroca. Y ya
lo siento, igual deseaba en exceso que me gustara.
miércoles, 22 de enero de 2014
My name is Luka
Y
juego en el Real Madrid. Luka
Modric
bien merece una canción en su honor, tan elegante como la de Suzanne
Vega, aquel himno pop de finales de los años 80. Lo merece por su
actitud
en el campo y su manera de jugar
al fútbol.
Confieso haber sido escéptico acerca de su fichaje allá por el
verano de 2012. Quienes comparten tertulias futboleras conmigo,
algunos de ellos vieron de principio a fin la Eurocopa de ese año
cosa que yo no pude hacer, me señalaban mi error. Modric sobresalió
en la selección
croata
que en ese campeonato no logró pasar de la fase de grupos donde
coincidió con España. Es verdad, estaba equivocado.
Ya en su
primera temporada en el Madrid no tardó en hacerse un hueco en el
once titular, dejando perlas como ese inolvidable gol en Old
Trafford
cuando las cosas se empezaban a torcer
peligrosamente.
En
la actual, quizá favorecido por las lesiones de Xabi Alonso y Sami
Khedira, ha sido cuando ha terminado de romper a jugar y maravillar.
Su juego requiere de un esfuerzo
físico que el jugador no escatima
ni un poco, sube al ataque y baja a defender sin descanso. Es justo
en la transición defensa ataque donde está la fortaleza de Luka
Modric: o bien atento
a los rechaces
de los defensas o bien cortando
el juego de los contrarios
robándoles el balón, en
apenas dos toques,
uno de control y el otro de pase, pone
la pelota en el hueco propiciando el desmarque de los delanteros.
Realmente espectacular es su toque con el exterior del pie, la
precisión que consigue en tan difícil suerte. Es diestro, pero
cuenta con la magia de los zurdos, como pueden ver en este vídeo
(pido por adelantado disculpas por la música que lo acompaña pero
las imágenes realmente merecen la
pena).
El
jugador croata, camino de los 29 años, firmó con el Madrid por
cinco temporadas, así pues nos queda lo que falta de la presente y
tres temporadas más para disfrutar de este clon
de Johan Cruyff,
en lo físico. Precisamente Modric es admirador del holandés, por
eso llevaba el número 14 allí donde jugaba, pero aquí ese número
ya tenía dueño. El recién renovado Alonso forma con él un medio
centro prácticamente inigualable, por fútbol y por actitud. Ojalá
sigan como hasta ahora.
lunes, 20 de enero de 2014
Malasaña, primeros años 90
Han
pasado más de 20
años
y lo cierto es que las vivencias
que he tenido en este barrio
de Madrid y
sus bares de copas quedan
lejos, parece
que han sido más años de los que en realidad han pasado. La vida
nocturna de esas calles han formado el paisaje de unos años de la
vida de mis amigos y mía que, sí, a
veces se echa de menos y otras no.
Cada época de la vida tiene sus ventajas e inconvenientes. El cuerpo
te pide otro tipo de vida cuando vas entrando en la edad madura, es
así.
La noche malasañera
para mi pandilla comenzaba, a finales de los 80 y principios de los
90, en una taberna del barrio de Chamberí llamada La
Violeta,
en la calle Vallehermoso, actualmente cerrada. Cañas
de cerveza bien tirada, no tenía más,
además de estar hasta los topes en fin de semana, por lo que
preferíamos el frío de la calle para estar más a nuestras anchas.
Allí solíamos coincidir con un vagabundo
alemán que decía llamarse Jürgen,
hincha declarado del Borussia Moenchenglädbach, al que invitábamos
a cerveza y tabaco. De él sabíamos que vivía en un coche
abandonado entre Cea Bermúdez y Quevedo, seguramente en la calle
Bravo Murillo. Jürgen era, espero que siga siéndolo, un alma libre.
Nunca supimos cómo llegó hasta Madrid y qué le había traído
hasta aquí. Un día dejó de pasarse por nuestro punto de encuentro.
Cuando paso por esa zona de la ciudad me lo imagino ahora
multimillonario en Múnich o Berlín. ¿Quién sabe?
Una vez
calentados los motores, nos trasladábamos a Malasaña.
La primera parada solía ser en el Nico's,
el la calle de San Vicente Ferrer, desaparecido hace ya muchos años.
No recuerdo bien el tipo de música que ponían, sí de la
distribución del local: entrabas y a la izquierda quedaba la barra,
más adentro por un estrecho pasillo llegabas a un pequeño salón
con unas pocas mesas y sillas. Las paredes estaban decoradas con
fotos de clientes selectos y camareras del bar. Uno de estos clientes
era el Elvis
sin piños,
un cantante callejero con la dentadura mellada que con su guitarra acústica se marcaba un hit
de los años 50 por la voluntad o una cerveza que trasegaba en
compañía que aquel que quisiera escucharle.
Después, la
noche continuaba en la misma calle, un poco más arriba, en el
Mercurio.
La última vez que pasé por San Vicente Ferrer, primavera de 2013,
todavía estaba en pie. El Mercurio está en un local grande,
diáfano, al entrar te encontrabas con un banco corrido a la derecha
en forma de ele invertida que a su final, en la pared, había una
foto de Marilyn
Monroe.
Camino de los servicios, que estaban al fondo del local, había un
recodo rectangular donde se podía estar un poco más cómodo ya que
el Mercurio se llenaba hasta la bandera todos los fines de semana. La
música
era mayoritariamente sesenta
y setentera: Steve Miller Band, Creedence, The Doors, Rolling Stones, The Who,
ocasionalmente había concesiones punks: Buzzcocks, Ramones, The
Clash, pero la ortodoxia mercuriana
estaba en los anteriores. El personal del bar era variopinto: uno de
los camareros era conocido con el sobrenombre de Matanzos,
por tener idéntico timbre de voz que un concejal del Ayuntamiento de
Madrid de esa época que se apellidaba así. El que parecía dueño o
socio del bar atendía al mote de Fray
Pan,
en verdad el nickname
le hacía justicia ya que tenía aspecto de fraile. Lo de pan
viene porque en esos años, en el pueblo de la sierra oeste de Madrid
donde veraneábamos mis amigos y yo, se llamaba así al combinado de
whiskey
DYC con Coca Cola, el más accesible para un veinteañero. Fray Pan
se caracterizaba por su socarronería a la hora de echar a los
perezosos, y chuzos me temo, clientes para cerrar el local a los que
siempre preguntaba: ¿nos
vamos a Parla? -¿A qué? respondía
el incauto cliente. La contestación es la que está imaginando
amable lector, pero no se crea, siempre caía alguien.
Con el cierre del
Mercurio nos situamos en las 3:00 de la madrugada, hora de reponer
fuerzas.
Había dos posibilidades: una, el horno
de pan
y
bollos que estaba en la calle de la Palma
si no me falla la memoria. El panadero que estaba preparando el
género para la mañana siguiente, si llamabas a la puerta del
obrador abría y te vendía los bollos recién salidos del horno ¡qué
napolitanas de crema, oiga! La otra posibilidad era las Nuevas
Croissanteries,
sitas en el esquinazo de la Corredera
Alta de San Pablo con Don Felipe,
aquí la especialidad eran los croissants rellenos: vegetales, con
fiambre, empanadas... Eran buenos y baratos. A esas horas de la
madrugada ¿qué más se puede pedir?
Una vez satisfecho el
apetito, solíamos pasarnos por El
Muermo.
Ese no era el nombre real del bar, no recuerdo el auténtico. Lo
llamábamos así porque apenas entraba gente en él. Estaba regentado
por las compañeras de estudios de un camarada de la pandilla,
guapas, con gusto musical y simpáticas, pero me temo que con una
competencia
brutal,
la concentración de bares de copas en este barrio de Madrid es muy
alta y alguno de ellos estaban abiertos desde finales de los 70 por
lo que era complicado atraer a la clientela, más cuando estabas un
poco alejado del cogollo de las calles San Vicente Ferrer, la Palma y
Plaza de 2 de Mayo, como era el caso, creo que estaba dentro de la
Plaza de San Ildefonso o ya en la calle del Barco.
Ya estamos
más o menos sobre las 4:00 de la mañana. La opción de marcharse a
casa era una posibilidad más que real y posiblemente sensata, pero
cuando se tienen 20 años ya se sabe... La siguiente parada y última
de la noche era la Sala
El Sol
en la calle Jardines, en los alrededores de la Puerta del Sol. Desde
el barrio de Malasaña queda a tiro de un buen paseo a pie o si era
posible, mejor acoplarse en los coches o motos disponibles, si los
había. Desde luego lo ideal eran las motos ya que en coche y por
esas calles estrechas del centro de Madrid a esas horas cabía la
probabilidad de quedar atrapado por el camión de la basura, lo que
podía suponer unos 20 ó 30 minutos de espera.
Al llegar a la
mítica sala de conciertos lo normal era encontrarse una larga
cola
de noctámbulos que iban a cerrar la noche con las últimas copas y
buena música. Una vez sacada la entrada, tocaba bajar la imponente
escalinata
para llegar a lo que es la sala. Me encantaba ese toque
antiguo
que le daba al local la
señora que vendía tabaco o los camareros con pantalón y chaleco
negro, camisa blanca y pajarita
que atendían con paciencia a los nosferatus
de la noche. Ya muy tarde, 6:00 de la mañana más o menos, cuando
sonaba este himno sabíamos que era el final, la hora de cierre.
Subíamos las escaleras de caracol para ya en la calle encontrarnos,
enfrente de la puerta, al vendedor
de bocadillos con
su Vespino, caja de frutas en el trasportín y sus clásicos ripios:
Hay
bocatas, para ejecutivos agresivos, para socios del Atleti y del
Rayo... El que prueba repite si el bolsillo se lo permite...
No sé por qué obviaba a los socios del Madrid, aun así me caía
muy bien este tipo y su castizo marketing.
Así eran las
noches de fiesta con los amigos desde el año 1989 hasta 1994
aproximadamente, con alguna variante que podía ser el Marx
Madera
y sus antipáticos camareros o el mítico Agapo.
Eran tiempos de vivir
sin descanso,
como si no hubiera un mañana.
Algunos de estos garitos siguen, otros ya no están, pero siempre
quedan en el recuerdo de aquellos que los vivimos.
Etiquetas:
Agapo,
calle La Palma,
Elvis sin piños,
la Violeta,
Malasaña,
Marx Madera,
Mercurio,
Nico's,
primeros años 90,
Sala El Sol,
San Vicente Ferrer,
vagabundo alemán
Suscribirse a:
Entradas (Atom)