Este
pasado fin de semana se ha celebrado en los Teatros
del Canal
de Madrid el Festival
del Fado.
Ayer domingo fue el turno de Cristina
Branco,
el sábado correspondió a Raquel
Tavares.
A estas dos fadistas tuvimos la fortuna de poder escucharlas en el
concierto de Carlos do Carmo,
en el mismo festival del año pasado.
El
viernes 26 fue el día de Carminho,
quien presentaba su último disco Canto
en
la capital de España.
El aforo de la Sala Roja estaba prácticamente lleno. Carminho estaba acompañada en el escenario por una guitarra portuguesa, una guitarra española, un bajo acústico y un percusionista, que no baterista. A simple vista, por cómo estaban dispuestos los distintos tambores y platos parecía la tradicional batería pop rock, pero no era así. ¿Qué tipo de timbales eran esos, sin caja de resonancia, apenas la membrana? La puesta en escena era austera, pero muy bonita. El inicial telón negro situado en el fondo del escenario se levantó pasados los primeros temas y dejó al descubierto una pantalla que iba cambiando de color, del rojo intenso a un azul celeste, según requería el fado de turno. ¿Cómo demonios se logra iluminar así una superficie tan grande con la misma intensidad?
Carminho arrancó el concierto con la alegre Saia Rodada, uno de los mejores fados de este nuevo álbum. Con su excelente castellano, entre las canciones, explicó al público qué significa el fado, ni más ni menos es lo que pasa dentro del pecho. Enternecía escucharla con su acento rasgado cómo pronunciaba la palabra múzica. Qué dominio tiene Carminho de su voz, cómo sabe acercar y alejar el micrófono de su boca para que las repentinas inflexiones que exige el canto del fado no afecten a la toma de sonido. Volviendo a lo estrictamente musical, el tono del recital iba creciendo en intensidad y emotividad al mismo tiempo que iba cayendo el set list.
Bom día, amor perteneciente a su disco Alma de 2012, es un fado que cuenta la historia de una mujer jorobada que, día tras día, ve pasar por la ventana a la persona que ama, quien no sabe nada de esta mujer. Aquí Carminho invitó al público a canta con ella, se trataba de reproducir el título del fado siguiendo el ritmo, costó un poco, pero al final se consiguió. Esta fue la primera ocasión en que el público se puso de pie. Hubo también lugar al lucimiento de los músicos, Carminho hizo mutis del escenario dejando hablar a los instrumentos.
Folha, 'hoja' en castellano, narra la relación del poeta cuando se enfrenta a una hoja en blanco, los poetas son mentirosos sostiene Carminho, ellos cuentan historias fabuladas, que no son ciertas. A estas alturas del recital, el público estaba totalmente entregado. El último fado fue Pena, Carminho explicó al público los dos significados que tiene esta palabra en portugués, por un lado hace referencia a las plumas de un ave, por otro, igual que en castellano, significa los males que afectan al corazón, que aunque sean inexplicables a la razón, tienen que ser cantados.
Luego de tan tremenda introducción, la amplificación desapareció por completo, Carminho interpretó Pena a capella acompañada de sus músicos. Lo cierto es que el repentino cambio de volumen obligó a agudizar el oído, no en vano la sala es grande, pero la intensidad y emoción de la cantante y los músicos puso en el público -que mantuvo un silencio sepulcral- un nudo en la garganta difícil de deshacer. Sencillamente, la fadista puso el teatro boca abajo. Hasta pronto Carminho, vuelve pronto.