Ya
se han perfilado los cuartos
de final del Mundial de Brasil 2014.
Pocas sorpresas, mucha fatiga física y mental. Las selecciones
favoritas
van pasando de ronda con mucho sufrimiento
y esa pizca de suerte
que siempre acompaña a los equipos campeones. Nos acercamos al
final, llegamos a él con pena porque esto
se va acabando
y hasta dentro de cuatro años, no se va a repetir. El Mundial
no está defraudando en emoción, quizá el juego no esté siendo de
lo mejor, pero no está siendo tan rácano como en otras ocasiones.
Como siempre, el
Mundial deja,
además, múltiples
detalles
que cuando menos, son curiosos.
Ante el partido transcendental que enfrentó a las selecciones de Alemania contra Estados Unidos, el seleccionador norteamericano Jurgen Klinsmann, ex jugador histórico alemán, redactó un justificante firmado por él, para que cualquier aficionado al soccer pudiera faltar en el trabajo y así poder ver el partido. Más o menos, así reza el justificante: ante el crítico partido que va a jugar EE.UU. contra Alemania necesitamos todo el apoyo que sea necesario para pasar de ronda. Al final, EE.UU perdió pero superó la fase de grupos por la diferencia de goles con Portugal. Que un nibelungo, con la ética del trabajo de la que hacen gala, redacte este justificante, da una idea de lo mucho que se toma en serio la competición.
Del justificante de Klinsmann, pasamos al ciudadano noruego que ganó más de 600 euros al apostar que el jugador uruguayo Luis Suárez mordería a algún rival. El apostante se jugó 100 coronas, unos 12 euros, obteniendo el beneficio que ya conocemos. Es surrealista declaró Richard Helmerser, que así se llama el noruego, no creía que fuera tan estúpido de volverlo a hacer, publicó el diario El Correo que recogió la noticia. Es verdad que Suárez es reincidente, aún así la sanción que le han impuesto me parece un tanto excesiva, ya con ser expulsado del Mundial, de la cita excepcional que pasa sólo una vez cada cuatro años, ya era suficiente.
Ahora nos ponemos un poco serios. Que el fútbol es un negocio en el que el aficionado de toda la vida cada vez se ve más marginado, es algo que podemos ver casi cotidianamente, no faltan ejemplos. La buena gente de Brasil ha protestado por el excesivo dinero gastado en remodelar o construir nuevos estadios mientras buena parte de la población no tiene acceso a servicios de salud o educación, siguen malviviendo en favelas. Razón no les falta, para celebrar un Mundial no hace falta tanto alarde arquitectónico, sino estadios seguros, como si estos no existieran en un país con tanta tradición futbolística.
Aun así, las protestas, una vez iniciado el Mundial, han cesado. En definitiva, el fútbol sigue siendo fuente de ilusión y alegría. Basta con ver las imágenes que sirven los informativos de aquellos países que van pasando las rondas eliminatorias, las pantallas gigantes instaladas en lugares emblemáticos de las ciudades concentran a cientos, miles de aficionados que comparten la ilusión. Incluso en EE.UU, cosa que antes no pasaba. Y es que aunque las cosas en general estén mal, el fútbol sirve para distraer la cabeza de las preocupaciones y para no perder la esperanza. Nada más y nada menos.
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