Ya
lo vimos ayer, Alemania
ganó merecidamente llevar la cuarta estrella
en su laureada camiseta al ganar la final del Mundial de Brasil 2014. Competitivos
como pocos,
los alemanes llevaban varios campeonatos cayendo en semifinales o en
la propia final: la final
de Viena
recuerden, las semis
de Sudáfrica,
en ambas ocasiones cayeron contra España, la última Eurocopa,
también en la penúltima
ronda
contra Italia.
todanoticia.comAl otro lado, la cara siempre amarga de las finales, está Argentina. Ayer jugaron su mejor partido de todo el campeonato. Merecieron también la victoria y bien que estuvieron a punto de llevársela. Gonzalo Higuaín tuvo la más clara oportunidad en aquel uno contra uno ante el portero alemán. Son esas ocasiones que no se pueden fallar, pero el Pipa lo hizo, y de forma estrepitosa. De todas formas, no puedo disimular el afecto que tengo por este jugador. Llegó al Real Madrid con apenas 19 años y los veteranos hacían bromas con su apellido: igualín que Ronaldo, el brasileño, recién traspasado al Milan. Llegó a ganarse la titularidad indiscutible del Real Madrid a base de esfuerzo, constancia y cómo no, goles.
El fichaje de Benzemá fue el principio de su fin como jugador madridista, ley de vida, siempre viene otro que te quita el puesto. Capaz de lo mejor y de lo peor, Higuaín ha dejado en muchos aficionados un muy grato recuerdo, algo así como la imperfección perfecta. Acostumbrados, mal, como estamos con Cristiano y Messi a sumas que superan los 50 goles por temporada, el Pipa firmaba unos 20 goles por año, cifra con las que se han ganado en otros tiempos pichichis, de largo.
En el momento de su fallo de ayer, Higuaín estaba firmando una condena a cadena perpetua, el recuerdo de esta jugada le perseguirá toda la vida, lo que pudo haber sido y no fue, en definitiva un punto de inflexión que en vez de gloria, tornó en tragedia. Quedará siempre el recuerdo de un jugador que acertado o no, se dejaba todo en el campo, honesto, sin un mal gesto. Definitivamente, soy fan de Higuaín.
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