Thor
Heyerdahl es un joven aventurero noruego que vive en contacto con la
población indigena de Fatu Hiva, una isla de la Polinesia durante
los años cuarenta del siglo pasado, en la posguerra. Durante esa
experiencia vital hace suya la creencia indígena de que la
civilización nativa viene del Este, de Sudamérica, no del Oeste. La
teoría que aceptaba mayoritariamente la comunidad científica en
aquella época era que las islas habían sido descubiertas y
colonizadas por poblaciones originarias de Asia.
Seguro de sí mismo y de poseer la razón, Heyerdhal se enfrenta al conocimiento contemporáneo y busca la manera de financiar el viaje que probará la exactitud de su teoría: recrear el viaje que hicieron los nativos sudamericanos desde las costas de Perú a la Polinesia. Lejos de hallar el dinero dentro de la razón científica, lo encontrará al provocar la vanidad humana. Así pues, el aventurero noruego logra realizar el viaje bajo la premisa de hacerlo con los mismos métodos que tenían los peruanos precolombinos, una balsa de madera atada con cuerdas y una vela decorada con la imagen del dios andino Kon-Tiki. Los únicos instrumentos modernos que llevaron consigo fueron un sextante y una radio con la que comunicar sus avances al mundo vía código Morse. Heyerdhal se rodeó para la aventura de cinco tripulantes de los cuales sólo uno sabía navegar. Confiado en poseer la razón, Heyerdhal no se desviará ni un ápice de la premisa del viaje, incluso si su propia vida y la de su tripulación corre serio riesgo.
Desde el momento de zarpar, el espectador se enfrenta a un largo espacio de tiempo en el que el único decorado es el océano Pacífico, una balsa de madera y cinco personajes, más bien seis porque hay que contar con el loro. Esta ave no consta si viajó originalmente, si así no fuera, hay que destacar el buen hacer de los guionistas Petter Skavlan y Allan Scott al incluirla porque pocas veces un personaje que en principio sólo puede ser decorativo desencadena tantas cosas.
Seguro de sí mismo y de poseer la razón, Heyerdhal se enfrenta al conocimiento contemporáneo y busca la manera de financiar el viaje que probará la exactitud de su teoría: recrear el viaje que hicieron los nativos sudamericanos desde las costas de Perú a la Polinesia. Lejos de hallar el dinero dentro de la razón científica, lo encontrará al provocar la vanidad humana. Así pues, el aventurero noruego logra realizar el viaje bajo la premisa de hacerlo con los mismos métodos que tenían los peruanos precolombinos, una balsa de madera atada con cuerdas y una vela decorada con la imagen del dios andino Kon-Tiki. Los únicos instrumentos modernos que llevaron consigo fueron un sextante y una radio con la que comunicar sus avances al mundo vía código Morse. Heyerdhal se rodeó para la aventura de cinco tripulantes de los cuales sólo uno sabía navegar. Confiado en poseer la razón, Heyerdhal no se desviará ni un ápice de la premisa del viaje, incluso si su propia vida y la de su tripulación corre serio riesgo.
Desde el momento de zarpar, el espectador se enfrenta a un largo espacio de tiempo en el que el único decorado es el océano Pacífico, una balsa de madera y cinco personajes, más bien seis porque hay que contar con el loro. Esta ave no consta si viajó originalmente, si así no fuera, hay que destacar el buen hacer de los guionistas Petter Skavlan y Allan Scott al incluirla porque pocas veces un personaje que en principio sólo puede ser decorativo desencadena tantas cosas.
Lo
acontecido y filmado en la travesía deberían disuadir a todo aquel
que prefiera ver esta película en la pantalla de un ordenador y no en la
pantalla grande de un cine comercial, para muestra aquí tienen el trailer.La belleza de las imágenes y
los ingredientes de la propia aventura hacen que el espectador se
encoja en su butaca, sin caer la narración en los clichés del cine
de terror, no queriendo ver lo que parece inevitable. Es aquí donde
se ve si una historia está bien contada y Kon-Tiki lo está
realmente.
En definitiva, esta película es la búsqueda de los límites sin importar el precio a pagar. ¿Por qué escalar montañas, navegar los océanos, atreverse a ir contra corriente, explorar territorios desconocidos?
En definitiva, esta película es la búsqueda de los límites sin importar el precio a pagar. ¿Por qué escalar montañas, navegar los océanos, atreverse a ir contra corriente, explorar territorios desconocidos?
Kon-Tiki
es la respuesta.
Nota del autor: Una amable lectora me indica que, efectivamente, el loro fue un pasajero real en la aventura.
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