Los hinchas de otros equipos suelen echarnos en cara a los madridistas lo fácil y sencillo que es ser de este equipo, como si no sufriéramos descalabros ligueros y eliminaciones calamitosas en Europa. La que viene a continuación es una de ellas. Estamos en la temporada 1.990-91. El Real Madrid viene de ganar cinco ligas consecutivas y juega por tanto la Copa de Europa otras tantas veces. Para los más jóvenes, en aquellas temporadas sólo los campeones de Liga jugaban el máximo torneo continental, no como ahora que va hasta el cuarto clasificado.
Respecto a la temporada anterior, la del récord de los 107 goles en Liga vigente hasta la 2.011-12 batido por el propio Madrid con 121 dianas, tuvo las bajas de Martín Vázquez, Schuster, Agustín, Esteban y Ruggeri. A cambio se fichó para esa temporada a: Jaro, Spasic, Villarroya, Hagi también conocido como el Maradona de los Cárpatos y Luis Milla que vio la luz, se negó a renovar con el Barcelona y vino al equipo verdadero. Analizadas las altas y bajas con la perspectiva del tiempo, es como si hubiéramos cambiado el London Calling por el Sandinista, la excelencia por el no está mal. Es verdad que el lunes todos acertamos la quiniela, algunos de estos nuevos jugadores realizaron un Mundial disputado ese verano en Italia realmente bueno: Spasic estaba en la brillante Yugoslavia que eliminó a España, Hagi sorprendió con su selección como los agujeros en la bandera nacional rumana y Luis Milla era el jugador de la Masía culé más prometedor. Fueron demasiados cambios en un equipo que funcionaba como una máquina, se perdió mucho fútbol con la marcha de Martín Vázquez y Schuster.
Así pues, la temporada avanzaba de forma irregular para el Madrid en Liga con derrotas ante el Sevilla y Burgos; empates en casa con el Logroñés y fuera con la Real Sociedad y el Oviedo. Una nueva derrota en la jornada 11ª con el Valencia precipita el despido de John Benjamin Toshack, sustituido por el binomio Di Stefano – Camacho. En Copa de Europa, en dieciseisavos de final el Madrid se deshace fácilmente del Odense (hablaremos en un futuro post de este equipo) y en octavos del Swaroski Tirol. Llegamos al mes de marzo de 1.991, en el estadio Lenin se juega la ida de cuartos de final contra el Spartak de Moscú. El césped está literalmente helado y el termómetro marca varios grados bajo cero. Dadas las circunstancias el Madrid tiene como objetivo claro salvar los muebles, no encajar un gol e intentar resolver la eliminatoria en casa. En aquellos años, los equipos del este de Europa no eran cosa de broma, nunca lo han sido. En el Spartak jugaban, a ver si se acuerdan, Mostovoi, Karpin, Radchenko y Popov entre otros. Todos ellos jugaron en equipos españoles con posterioridad. En un partido accidentado, donde Jaro fue el mejor, se consiguió el empate a cero.
El partido de vuelta se jugó el 20 de marzo en el Bernabéu. La Copa de Europa era la última esperanza para el Madrid esa temporada ya que la Liga estaba virtualmente perdida y en Copa del Rey fue eliminado por el Atlético. El partido empezó bien, los primeros minutos el Madrid domina el juego y Butragueño logra marcar el 1-0, pero todo era un espejismo. A partir de ese momento, el equipo ruso, con orden en sus líneas y buen juego se hizo con el balón y comenzó a demostrar que hacían fútbol del bueno. En el minuto 20 y en el 38 Radchenko marcó dos goles y ya en la segunda parte Shmarov en el minuto 64 certificó el pase del Spartak a semifinales. El primer gol ruso fue la sorpresa, el segundo la indignación y el tercero la manifestación de la superioridad.
El
Bernabéu aplaudió el fútbol de los rusos, no sin cierta sorna
hacia nuestro propio equipo. Ese día estaba en el paseo lateral 2º
anfiteatro muy cerca de los pocos aficionados rusos que estaban
viendo el partido. Muy buena gente, celebraron sus goles casi sin
molestar y al finalizar el partido nos saludaron deportivamente,
regalaron banderines a los que andábamos por ahí, intercambiaron
con nosotros monedas y tabaco marca Gagarin.
“Gagarin,
Gagarin fsssssssssssh”
decían los buenos rusos haciendo un gesto con la mano imitando a un
cohete que sube al cielo. Aquellos cigarrillos eran fuertes, muy
fuertes, uno de éstos equivalía a cuatro de la marca española Habanos.
Todavía guardo aquel banderín y esos rublos, me recuerdan lo fácil
que es ser del Real Madrid.
Esa eliminatoria confirmó el cambio de ciclo en el fútbol español. Fue la última vez que Butragueño jugó la Copa de Europa. Pocos días después, Di Stefano y Camacho fueron sustituidos en el banquillo por Grosso en primera instancia y luego por Radomir Antic. Ramón Mendoza ganaría las elecciones a Alfonso Ussía. Se avecinaban años de sequía y convulsos tanto en lo deportivo como en lo institucional para el madridismo.
Esa eliminatoria confirmó el cambio de ciclo en el fútbol español. Fue la última vez que Butragueño jugó la Copa de Europa. Pocos días después, Di Stefano y Camacho fueron sustituidos en el banquillo por Grosso en primera instancia y luego por Radomir Antic. Ramón Mendoza ganaría las elecciones a Alfonso Ussía. Se avecinaban años de sequía y convulsos tanto en lo deportivo como en lo institucional para el madridismo.
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