El
libro de Roberto Bolaño fue uno de los regalos que me trajeron los
Reyes Magos en 2.002. Edición de bolsillo de Anagrama, letra un
tanto pequeña y tocho de algo más de 600 páginas. La primera parte
de la novela me enganchó rápidamente. Cuenta las andanzas del
estudiante Juan García Madero con los real
visceralistas
en México DF -acompañado por Arturo Belano y Ulises Lima líderes
de este movimiento literario- narradas con una prosa brillante, a
veces divertida y empática, después de todo ¿quién no ha tenido 20 años y ha
vivido esa época de la vida? La historia se va complicando poco a
poco con la aparición de nuevos personajes, en especial la familia
Font.
Todo iba bien hasta ahí. Al comenzar la segunda parte del libro, aparecen numerosos personaje nuevos, dando diversos testimonios de Belano y Lima en múltiples escenarios nuevos, otros personajes desaparecen... un lío, vaya. Quería que me siguiera gustando pero no entendí bien ese giro en la narración. No me quedó más remedio que aparcar la lectura hasta una nueva ocasión. Soy partidario de abandonar la lectura si no soy capaz de seguirla antes que llegar a forzar el interés.
Así pues fue pasando en tiempo hasta que este último verano, buscando una nueva lectura, lo encontré en una estantería. Recordaba perfectamente de qué iba la historia y casi todos los personajes de la primera parte del libro. Aun así lo empecé de nuevo, con paciencia, intentando recordar a todos y cada uno de los personajes que iban apareciendo. De nuevo la primera parte me estaba gustando mucho. Al llegar otra vez a la segunda parte, me concentré un poco más, intenté retener localizaciones, tiempos y nuevos personajes. Poco a poco me fui acomodando en esta nueva narración donde están presentes el surrealismo, el humor -en ocasiones difícil de entender-, el dramatismo, el exilio, el relevo generacional... tantas cosas. Y todas ellas realmente maravillosas. Para mi desgracia, no he estado nunca en México, pero un conocido nacido allí me comentó que el libro refleja muchas cosas de cómo es el DF. Esta vez sí pude terminarlo y aunque el formato narrativo y físico no es fácil, merece la pena. Es una gran novela.
El final de la historia, no lo voy a reventar aquí, adquiere unos tintes que... da qué pensar... ¿Jim Jarmush habrá leído el libro y sería capaz de adaptarlo a la gran pantalla? Espero que no tarde tanto como yo en hacer todo eso, once años y seis meses.
Todo iba bien hasta ahí. Al comenzar la segunda parte del libro, aparecen numerosos personaje nuevos, dando diversos testimonios de Belano y Lima en múltiples escenarios nuevos, otros personajes desaparecen... un lío, vaya. Quería que me siguiera gustando pero no entendí bien ese giro en la narración. No me quedó más remedio que aparcar la lectura hasta una nueva ocasión. Soy partidario de abandonar la lectura si no soy capaz de seguirla antes que llegar a forzar el interés.
Así pues fue pasando en tiempo hasta que este último verano, buscando una nueva lectura, lo encontré en una estantería. Recordaba perfectamente de qué iba la historia y casi todos los personajes de la primera parte del libro. Aun así lo empecé de nuevo, con paciencia, intentando recordar a todos y cada uno de los personajes que iban apareciendo. De nuevo la primera parte me estaba gustando mucho. Al llegar otra vez a la segunda parte, me concentré un poco más, intenté retener localizaciones, tiempos y nuevos personajes. Poco a poco me fui acomodando en esta nueva narración donde están presentes el surrealismo, el humor -en ocasiones difícil de entender-, el dramatismo, el exilio, el relevo generacional... tantas cosas. Y todas ellas realmente maravillosas. Para mi desgracia, no he estado nunca en México, pero un conocido nacido allí me comentó que el libro refleja muchas cosas de cómo es el DF. Esta vez sí pude terminarlo y aunque el formato narrativo y físico no es fácil, merece la pena. Es una gran novela.
El final de la historia, no lo voy a reventar aquí, adquiere unos tintes que... da qué pensar... ¿Jim Jarmush habrá leído el libro y sería capaz de adaptarlo a la gran pantalla? Espero que no tarde tanto como yo en hacer todo eso, once años y seis meses.