Las
nuevas generaciones no
tienen ni idea
de la suerte que tienen de estar viviendo la edad
de oro de la selección nacional de fútbol.
Los que sobrepasamos los cuarenta, y no digo los que tienen más
edad, íbamos encadenando
eliminaciones
ruinosas, tristes y descorazonadoras a cuál más tremenda. Realmente
ponían a prueba al más pintado y al mayor de los optimistas.
Si bien recuerdo algún fogonazo del Mundial 78 de Argentina, como ver los partidos en alguna tele ¡en color! de un vecino, el primer Mundial que recuerdo plenamente fue el nuestro, el del 82. Allá por 2007, Canal + produjo un espléndido documental al cumplirse los 25 años de aquella cita. Los propios protagonistas, los jugadores, contaban que la presión y la expectativas puestas en ellos les atenazaron, pasando, de milagro a la segunda fase, a costa de una excelente Honduras, cayendo en la liguilla de cuartos ante la RFA e Inglaterra. A partir del mes de julio, los niños de la época celebrábamos los goles al Marco Tardelli style, inolvidable imagen junto al partisano Sandro Pertini botando en el palco del Santiago Bernabéu ante la cara de haba de Helmut Kohl.
La siguiente desilusión fue en México 86 donde una selección que contaba con la Quinta del Buitre en plena eclosión de juego y juventud cayó por penalties ante la Bélgica de Scifo y Gerets (ese que parecía un miembro de los Bee Gees) en la maldita ronda de cuartos de final. España jugó muy bien, incluida la tremenda goleada a Dinamarca 5-1 con la consagración de Butragueño a nivel internacional. Dice la leyenda que en la concentración de la selección argentina, que se iba a enfrentar en semifinales al vencedor de esta eliminatoria, se respiró más tranquilo. ¿Qué habría sucedido entre la Argentina de Maradona y la España de la Quinta? Nunca lo sabremos.
La siguiente cita, Italia 90, el Mundial de las banderas rumanas con el escudo recortado, donde aprendimos que “tarjeta amarilla” se decía en inglés booked y en italiano amonito, ni siquiera llegamos a cuartos. La Yugoslavia de Prosinecki, Spasic... nos eliminó en octavos con un gol de falta que la barrera no defendió correctamente.
Pero el destino nos tenía preparada una buena crueldad. Mundial 94 de EEUU, allí donde la FIFA estimaba que era necesario revitalizar el soccer, alicaído desde la desaparición en los 80 de la Liga donde jugó el mítico Cosmos, de nuevo en cuartos de final, contra Italia, siempre quedará en el imaginario español la nariz partida de Luis Enrique y el fallo de Julio Salinas en un mano a mano contra el portero italiano. De nuevo, el sueño de unas semifinales que en esta ocasión disfrutarían la Bulgaria de Stoichkov, Penev, etc... y la Suecia de Brolin, Dahlin (aquel gol con el careto desencajado), se nos denegaba con toda crudeza.
En Francia 1998 directamente no supimos competir, cayendo a las primeras de cambio. En Corea 2002 chocamos con el país anfitrión, en realidad nada que no hicieran con nosotros los árbitros en el 82, así que quejas no, por favor. En Alemania 2006, más de lo mismo, tras golear en la fase de grupos a Ucrania, Túnez y con el mínimo esfuerzo a Arabia Saudí, la Francia de Zinedine Zidane nos sacó de la máxima competición.
Aquel partido, quién lo iba a decir, fue el principio del fin de la maldición española en la máxima competición futbolística. El buen juego desplegado, sumado a una buena dosis de competitividad y esa pizca de buena suerte que siempre tienen los campeones nos llevaron a lo más alto: sumar Eurocopa en 2008, Mundial de Sudáfrica en 2010 y de nuevo Eurocopa en 2012. Lo normal es que esta vez no se dé, pero eso en fútbol nunca se sabe. Comienza el Mundial de Brasil 2014, que ustedes lo disfruten.
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