Las aventuras de un guionista en Hollywood de William Goldman
Tener
buenos
maestros
es lo que tiene. La asignatura
que me ha dejado un recuerdo imborrable de mi paso por la universidad
fue Narrativa
Cinematográfica
impartida por el profesor Antonio Sánchez Escalonilla. Los alumnos
no nos perdíamos esta clase, su
estilo
académico riguroso
pero a la vez divertido
y desenfadado
hacía que la materia fuera toda una experiencia. Cuando desgranaba
los puntos de giro y los nudos de acción de El
Gran Salto,
lo hacía con tal pasión e interés que parecía
uno de los hermanos Coen.
Le recuerdo, además, como un madridista ejemplar. El año que cursé
esta asignatura fue el de la 7ª Copa de Europa, comprenderán la
alta estima que tengo al maestro Sánchez Escalonilla.
Una de
las impagables recomendaciones bibliográficas en esta asignatura fue el libro
Las
aventuras de un guionista en Hollywood
escrito por William
Goldman,
donde el autor cuenta su experiencia en películas tan emblemáticas
como Marathon
Man,
El
carnaval de las águilas,
Un
puente lejano
y principalmente Todos
los hombres del presidente y
Dos
hombres y un destino.
También relata
cómo
funciona
el establishment
en Hollywood,
los agentes, las estrellas, los estudios, las reuniones con todos
ellos. La
parte didáctica del libro
es una perfecta guía
para el futuro guionista, las dificultades que se pueden encontrar
para llevarlo a cabo: económicas, con los artistas por cómo
evolucionan sus personajes. Y todo ello aderezado con jugosas
anécdotas:
¿saben cómo se solucionaron las discrepancias entre Paul Newman y
George Roy Hill sobre la secuencia
de Bledsoe
en Dos
hombres y un destino?
¿Sabían que Carl Bernstein y su entonces esposa Nora Ephron
escribieron un guión paralelo al de Goldman en Todos
los hombres del presidente?
En el libro encontrarán las respuestas.
La parte final está
dedicado a un ejercicio
muy explicativo
de cómo es el proceso
de creación
de una película. Goldman, basado en un relato suyo, hace una breve
adaptación
del mismo para
cine.
Una vez hecho, lo envió
a los jefes de equipo
que hacen posible que un proyecto pase a ser una película:
producción, vestuario, montaje, música y por supuesto dirección.
En sus respuestas cuentan
las virtudes
y
defectos
del guión a la hora de ser llevado a cabo. Todas ellas son
interesantísimas y explicativas. Sobresale la reflexión del
director al que Goldman envió el guión, George Roy Hill, sobre uno
de los personajes de la historia: “la
gente que he conocido con mayor integridad artística son, por lo
general, los más profesionales y considerados, mientras que por
desgracia me he topado con unos cuantos artistas de segunda fila que
se comportan como cerdos porque creían que eso les confería
automáticamente talento e integridad”.
Por mi experiencia profesional en el mundo del cine puedo asegurar
que la cita es acertada. Así termina la primera parte, comprendiendo
desde el inicio de Goldman en el cine en los años 60 hasta
1.982.
La segunda
parte
de Las
aventuras de un guionista en Hollywood llegó
20 años después. La
estructura
del nuevo libro es
casi idéntica
al primero tanto en su parte didáctica como en lo referente a las
experiencias vitales y profesionales de Goldman: los años en que el
teléfono dejó de sonar
considerándose a sí mismo como un apestado en la profesión, la
lucha por sacar la escena de los tobillos en Misery,
el éxito tardío de La
princesa prometida
convertida a mito cuando ya no estaba en la cartelera, cómo hizo el
guión de Maverick.
Quizá
la
novedad
esté en la sección armatrastos,
las cosas que hacen que las películas funcionen. Otro
ejercicio
interesante que plantea Goldman en el libro es cómo
saber si una idea
que se nos ocurre, un artículo que leemos o una historia que nos
cuentan puede
ser llegar realmente a convertirse
en una película,
tanto por motivos artísticos como económicos.
Como dice el
mismo título del libro, todo esto está
orientado al cine de Hollywood,
seguramente muchas de las cosas que cuenta Goldman no
son
aplicables
al cine europeo,
principalmente porque la
estructura a la hora de llevar a cabo una película,
desgraciadamente para nosotros, no
es igual.
Les invito a que cuando vean la próxima película producida en
EE.UU. se queden a ver los títulos de crédito. Fíjense en
cualquier equipo de los que han hecho el film, por ejemplo el sonido:
verán una interminable lista de profesionales y su cometido
desempeñado. En una producción española serán diez, cinco
personas o igual ya en estos tiempos sólo tres. Aun así,
la obra de Goldman es muy recomendable.
Quédense con la máxima que cita en ella constantemente en
referencia al mundo del cine: nadie
sabe nada.
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