Este
libro, premiado con el RBA
de novela negra 2013,
narra dos tramas, separadas por casi 70 años de diferencia. En plena
Segunda Guerra Mundial, Islandia
está ocupada
por las tropas aliadas, con vistas al asalto a la Europa continental
ocupada por la Alemania nazi. Bajo estas circunstancias, una
joven costurera es encontrada muerta
en la parte posterior del Teatro Nacional de Reikiavik. Un policía
islandés, Flóvent,
y un militar canadiense, Thorson,
se encargan de la investigación de la muerte de Rósamunda,
así se llama la desgraciada costurera.
Casi setenta años más tarde, una vecina alerta a la policía que su anciano vecino Stéfan lleva días sin dar señales de vida. Efectivamente, cuando llega la policía, encuentran al anciano muerto tumbado en la cama. En un principio se piensa que ha sido por muerte natural, pero en la autopsia hay claras evidencias de que ha sido asesinado. Un policía ya retirado, Konrád, bajo el pretexto de animar su existencia de jubilado ocioso, se hace cargo de las pesquisas, comienza a tirar del hilo y se encuentra con que los dos asesinatos están íntimamente ligados.
En el Pasaje de las sombras están presentes el sentimiento de culpa, las heridas no cicatrizadas por el paso del tiempo, el sentimiento de abuso por parte de un país militarmente ocupado por fuerzas militares, aliadas sí, pero extranjeras, el machismo imperante en la sociedad y elementos fantásticos de la tradición popular islandesa. Como toda novela negra que se precie, el Pasaje de las sombras tiene tramas que llevan a pistas falsas, sorpresas, personajes inesperados y un cierto toque gótico y siniestro.
Su edición en tapas duras está imprimida en buen papel, la letra está en un tamaño cómodo para la lectura. Los capítulos del libro constan de pocas páginas, lo que facilita al lector falto de tiempo la lectura, no perdiéndose así en las diferentes tramas que ofrece la historia. La particular grafía -para quienes no lo conocen, claro- del alfabeto islandés hace recomendable que el lector se haga una pequeña guía de nombres y localidades para no confundirse. El Pasaje de las sombras resulta entretenido, si bien es un relato negro de reglamento, quizá se echa de menos un poco más de terror, no de truculencia, sino de que el lector se acurruque en las sábanas o en el asiento del autobús, asustado ante lo que va a venir. Aún así, es recomedable.
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