En Textos de Amor y Odio se habla de cine, literatura, música y de fútbol. La intención no es otra que crear debate y ofrecer pistas que pueden ser interesantes para el lector. Entren libremente, marchen sin novedad y dejen algo de la felicidad que traen.
Portada 3
viernes, 12 de mayo de 2017
El otro lado de la esperanza, una película de Aki Kaurismäki
Poco diálogo; silencios precisos, de justa duración; decorados y vestuario austeros, tal y como son los personajes; iluminación de cine clásico, juegos de luces y sombras... El otro lado de la esperanza es puro cine de Aki Kaurismäki, quien como siempre, cuenta con actores habituales de sus películas: Sakari Kuosmaren (el Fraga finés), Khaled Serwan, Ilkka Koivula y su indescifrable rostro, Janne Hyytiänien y Maria Järvenhelmi quienes protagonizaron Luces al atardecer, en 2006.
Khaled, un refugiado, sirio llega a Helsinki de forma ilegal. Al mismo tiempo, Witström, un vendedor de camisas, lleva una vida rutinaria. Ambos personajes emprenden una lucha para cambiar sus vidas, para ello deberán salvar obstáculos de toda índole. Siguiendo la senda de Le Havre, Kaurismäki vuelve a entrar en el terreno de la inmigración ilegal. Si bien la cinta dedicada a la ciudad portuaria francesa pone el foco en la ternura de sus personajes, El otro lado de la esperanza es una historia, que sin perder el sentimiento, es áspera, con humor y situaciones surrealistas, de redención de unos personajes que en principio no son de fiar, pero en cuanto se escarba en ellos, dejan salir su lado humano. Lo cierto es que esta cinta deja en el espectador un cierto optimismo, nos hace creer que no todo está perdido.
Mención especial para la excepcional música que suena en El otro lado de la esperanza, las canciones de Tuomari Nurmio, Saija Varjus, Marko Haavisto y Henry Theel enriquecen y de qué manera la película. El propio Kaurismäki amenaza con abandonar el cine y dejar inconclusa una nueva trilogía en su filmografía, ojalá no sea así y siga regalándonos estas historias tan buenas. Parafraseando a Manuel Jabois, no se entiende que la gente deje de ir al cine, es como renunciar voluntariamente a la felicidad.
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