En Textos de Amor y Odio se habla de cine, literatura, música y de fútbol. La intención no es otra que crear debate y ofrecer pistas que pueden ser interesantes para el lector. Entren libremente, marchen sin novedad y dejen algo de la felicidad que traen.
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martes, 6 de marzo de 2018
Surfeando la ola del Paris Saint Germain
Es muy curioso el tobogán emocional que supone la Copa de Europa a todos los niveles: equipos, prensa y afición. Desde que se conoció este emparejamiento de octavos de final buena parte de la afición y de la crítica daba por eliminado al Real Madrid ante el PSG. Es cierto que la trayectoria liguera de ambos equipos invitaba a precipitarse en este análisis, pero ni la liga francesa es igual que la española y ni tan siquiera había pitado el árbitro el inicio del partido de ida.
Así pues, el madridismo acudía el pasado día de San Valentín al Santiago Bernabéu a vivir su particular calvario tal y como ocurrió hace 20 años contra el mismo rival. Pero al fin y al cabo, cuando el balón comienza a rodar no hay jeques, magnates, ni presupuestos multimillonarios sino 22 futbolistas bajo la máxima presión posible en una carrera contra el reloj donde no existe la velocidad crucero, se establece una lucha en la que no va a haber prisioneros. Entonces, el Real Madrid se subió a su tabla de surf, supo bracear para coger la ola buena, tuvo el suficiente oficio para aguantar las envestidas de los franceses y logró convertir las ocasiones de las que dispuso. La hinchada merengue se llevó la primera gran alegría de la temporada.
Pero, cosas del fútbol, ese instante sublime donde el surfero está a punto de domar la ola se quedó congelado durante quince días. Por aquel entonces, el PSG bajó de la euforia total a la depresión en apenas 90 minutos. Luego de pasar unos días digiriendo lo ocurrido, cabizbajo, como un boxeador noqueado, la emoción de una posible remontada comienza a calar en jugadores, prensa y afición de la capital francesa. Del buen hacer del Real Madrid dependerá si al final logra doblegar la ola o sucumbir ante ella. Como diría el gran José Ángel de la Casa, ha llegado la hora de la verdad.
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