Portada 3

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jueves, 29 de septiembre de 2016

King, nuevo disco de Mike Noga


Lo reconozco, no sabía quién es Mike Noga hasta hace casi un año cuando participó como telonero de Low en el festival American Autumn en el Teatro Lara. Es dura la condición de telonero, salir a defender tu repertorio ante un público que está expectante por ver a otro artista o que directamente está disfrutando de una cerveza y buena compañía. En este caso, en el Teatro Lara, unos pocos nos sentamos en el patio de butacas para escuchar a Noga, quién ofreció un vibrante set acústico acompañado por un joven guitarrista. Fue extremadamente educado con el público presente mientras se escuchaba el rumor de las conversaciones que llegaban del bar del teatro por parte del público ausente. A base de actitud y buena música, Noga nos conquistó a los allí reunidos mientras esperábamos temerosos la descarga de sonido que Low nos iba a ofrecer poco después.

                                                         



A partir de ahí surgió la curiosidad por este músico, natural de Australia, que fue batería de
The Drones, grupo de resonancia en la antípodas. Fue un error no comprar su discos en la improvisada tienda montada en la entrada del teatro porque no son nada fácil de conseguir, en formato físico me refiero. Así llegamos hasta el pasado mes de agosto donde gracias a las redes sociales me entero de que Mike Noga ha sacado a la venta a finales de este mes, su nuevo disco en solitario titulado King. Se trata de una colección de 15 canciones, todas ellas cuentan la historia de Jack y Mary, una pareja de vagabundos que viven en los años 50 en un pequeño pueblo de Australia. Todo parte de una libre interpretación de la obra de teatro Woyzeck, ya saben, la obra de teatro inconclusa de George Büchner que narra la vida real del soldado cuyo apellido da nombre a la obra. De extracción humilde, Woyzeck es el conejillo de indias de un médico cruel y sufre además acoso social. Todo esto provoca que Woyzeck caiga en la locura, asesine a su amada y por tanto sea condenado a muerte.

Respecto a
King, conviene señalar el eclecticismo de este disco, desde breves e inquietantes cortes que cuentan con la voz del actor Noah Taylor -Juego de Tronos- denominados sucesivamente Narrator 1, 2 y 3, pasando por el tono general del álbum abiertamente pop, a modo de Psychedelic Furs y de Generation X. También hay canciones que reflejan la caída en en la locura del personaje protagonista de Woyzeck, como Mary y la obsesiva I Wanna Live in America, contamos con el frenético rock Nobody Leads Me To Flames tan Billy Idol, la stoniana Down Like JFK con brillantes líneas de rythm'n blues, la funeraria e hipnótica Grey's to Red. Pero sobre todo, en King destacan las piezas maestras del pop que son Don't Fall To The Ground y All My Friends Are Alcoholics, toda una declaración de intenciones. King, producido por Paul Dempsey (Something For Kate), finaliza con la aletargada y onírica This Is For You. Toda esta variedad sonora de la que hace gala el disco, hace que escuchar King sea un tobogán de emociones, angustiosas, optimistas, siniestras e inquietantes.

Si quiere saber más sobre este disco, aquí puede ver una entrevista que Mike Noga concede a la web australianmusician.com.au. Si desea escuchar el disco entero, haga clic en este link que le llevará a la lista de reproducción oficial que Noga ha creado en YouTube.













miércoles, 21 de septiembre de 2016

Nº 6, nuevo álbum de The Coal Porters


Este mes de septiembre ha salido a la venta el nuevo disco de The Coal Porters, titulado Nº 6. Según apunta la página de Facebook del grupo, este nuevo trabajo ha sido producido por John Wood quien participó en las grabaciones de Convention, Nick Drake, Beth Orton y Squeeze. En el mismo post de la red social, se indica que este disco es el resultado de tres largos años de trabajo.

El cancionero incluye 10 canciones, la primera de ellas es
The Day The Last Ramone Died, este tema tiene toda la pinta de convertirse en breve en un clásico. Perfecto homenaje a Tommy Ramone, miembro de la formación original de los padrinos del punk norteamericano fallecido en 2014, podríamos decir que es un brillante ejercicio de folk-punk. Continúa Nº6 con Save Me From The Storm y The Blind Bartender corte que incluye una sección de viento muy des estilo Let's Pretend de Tindersticks.

                                                        


Chopping The Garlic es la única canción instrumental del disco, destaca el desenfrenado violín y el banjo por debajo de éste. Salad Days precede a la preciosa balada que es Unhappy Anywhere. Con Train No.10-0-5 los Porters se ponen serios en todos los sentidos, los alegres bajos, guitarras y cuerdas se vuelven sombríos a la vez que la voz de Sid Griffin se vuelve más grave de lo habitual.

Play A Tune viene marcada por la voz de Kerenza Peacock, tan chocante, tan aguda, tan ¿lírica?, pero a la vez tan suave, dando como resultado a una canción agradablemente pop. The Old Style Prison Break es otro de los grandes cortes de Nº6, es muy recomendable prestar atención a los matices que ofrecen las líneas del banjo, de la guitarra rítmica, el acompañamiento del violín... Another Girl, Another Planet es una versión, ya saben, de la original canción de Only Ones pasada por el filtro del country puro que ofrecen los Porters, bien ejecutada y hasta cierto punto pegadiza ofreciendo así un cierre a la altura del nivel de Nº6.

Lo innegable es que
The Coal Porters son un gran grupo, formado por excelentes músicos. Sid Griffin, quien hace unos días celebró su cumpleaños subido en el escenario, sigue adelante con este proyecto musical, también en solitario y por supuesto con The Long Ryders. Es de agradecer que alguien de su talla se empeñe en ofrecernos buena música. Nº6 está disponible a través de la página oficial de Sid Griffin y de las grandes tiendas digitales. The Coal Porters están actualmente de gira por el Reino Unido, quién sabe, igual se dejan caer por España.








miércoles, 14 de septiembre de 2016

Tarde para la ira, de Raúl Arévalo


Desde el primer fotograma comienza la acción, una persecución espectacular -muy bien montada- y ya tenemos el detonante de esta historia. Ya nos tenía acostumbrados a sus buenas actuaciones, pero con Tarde para la ira, su debut detrás de la cámara, hay que reconocer que la sorpresa ha sido muy grata. La cinta dirigida por Raúl Arévalo, a lo largo de todo su metraje, logra atrapar al espectador en una angustiosa historia a base de tensión, una ambientación impecable y unas representaciones muy buenas.

                                                          



Respecto a la ambientación, se ve que la narración se desarrolla en un barrio obrero de Madrid, no se reconocen las calles exactamente, pero sí se identifica la vida de barrio, el bar, la parroquia que sujeta la barra, el entorno...
Todo muy reconocible, todo muy identificable para el espectador. No se desvela ningún detalle de la película si se señala que la secuencia del gimnasio acojona al más pintado, téngala en cuenta cuando vaya a ver la película, ¡vaya colección de personajes! Es justo en esta secuencia cuando la tensión llega a su máximo punto: juegos de miradas, ya atentas, ya perdidas, el sonido de las voces, la llegada a ese punto donde todos hemos llegado alguna vez en la vida... Momentos de buen cine.

Tarde para la ira tiene la virtud de contar una historia en la que los personajes van sufriendo diversas transformaciones en la justa medida en que el espectador va conociendo los detalles de lo que está viendo en la gran pantalla, siempre a buen ritmo, cuando toca. Justo fue el premio de la Bienal de Venecia para Ruth Díaz, espléndidos están Antonio de la Torre, Luis Callejo y Manolo Solo en especial. En definitiva, Tarde para la ira no es una historia original, la hemos visto más veces, la diferencia está en cómo está contada. Ahora sólo cabe esperar que Raúl Arévalo se marque su segunda película, ojalá sea pronto.









miércoles, 7 de septiembre de 2016

Café Society, de Woody Allen


Con Café Society se cumple la cita anual de Woody Allen con sus fieles seguidores en particular y con los aficionados al cine en general. Esta año le ha tocado el turno a una comedia suave, a una historia un tanto intranscendente donde más tiempo del necesario el disfrute se encuentra en lo que rodea a la narración, más que en sí misma.

Bobby -
Jesse Eisenberg- es un joven neoyorkino que viaja a Los Ángeles para probar fortuna en el mundo del cine, no es que quiera ser actor, simplemente busca un trabajo y se sirve de su tío Phil -Steve Carell-, representante de artistas, para encontrarlo. A partir de ahí se nos presenta una clásica comedia, si se quiere de enredo, romántica si se prefiere, donde quienes más destacan son los actores secundarios -Corey Stoll y Ken Stott, ambos magníficos, Jeannie Berlin, Blake Lively, Tom Sirico- más que los protagonistas -el propio Eisenberg y Kristen Stewart-, sus personajes están mejor definidos, sus diálogos son más afinados y están más conseguidos. En el pliego de descargo conviene señalar la inmensidad de los diálogos en la película, una constante en el cine de Allen, protagonistas que no paran de hablar, de dudar. Por curiosidad, ¿alguien ha llegado a cronometrar el tiempo en el que hay diálogo a lo largo del metraje de Café Society? Seguramente se acabe antes midiendo los silencios.

                                                              



En
el aspecto técnico, hay que decir que la película es una maravilla. La ambientación, el trabajo del equipo de arte es excelso, no hay detalle que desentone: los muebles, las calles, los coches... un regalo para los vista. La fotografía, muy buena, acentúa y acompaña a la cálida California y enfría la atlántica Nueva York, dónde se desarrolla la acción. Mención especial merece la música, tanto acompañando a los diálogos como en las breves actuaciones que salen en la gran pantalla, desde luego merece la pena hacerse con el disco para añadir a la colección particular.

Así pues,
Café Society es una película que se deja ver agradablemente, mientras que la historia, lo que atañe a los protagonistas, es algo descafeinada, ya vista muchas veces y bastante previsible. Con todo, hay que felicitarse porque alguien como Woody Allen se empeñe en intentar hacernos felices durante 90 minutos todos los años.