En Textos de Amor y Odio se habla de cine, literatura, música y de fútbol. La intención no es otra que crear debate y ofrecer pistas que pueden ser interesantes para el lector. Entren libremente, marchen sin novedad y dejen algo de la felicidad que traen.
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martes, 2 de agosto de 2016
Blade Runner, de Ridley Scott
Es verano, tiempo de descanso para el que pueda disfrutarlo o bien tiempo en el que el pistón laboral presume de bajar de revoluciones. Son, por tanto, días para recuperar lecturas abandonadas o para volver a ver películas clásicas que tenemos pendientes de volver a ver. En este caso, le ha tocado el turno a Blade Runner, en su remasterización de 2007.
A veces se abordan estos clásicos con temor a que el tiempo haya pasado mal por ellos o que la opinión que teníamos haya cambiado con el paso de las hojas del calendario. En general, no ha sido el caso de esta película, Blade Runner sigue siendo una película inquietante, sórdida, despiadada, emocionante y además sigue planteando los mismos dilemas: ¿en qué lado está el mal, en el de los replicantes o en el de Deckard?, ¿hasta dónde pueden llegar los avances de la ciencia y de la técnica?, ¿tendríamos derecho los humanos a crear unos seres prácticamente iguales a nosotros y concederles tan solo cuatro años de vida?, ¿aprovechamos el tiempo vital como deberíamos?
Rodada en 1982, llega a ser estremecedora la visión que muestra Blade Runner de cómo sería la vida en 2019, tan solo 37 años después: coches voladores, ciudades condenadas a la lluvia incesante, una Humanidad ya ubicada en otros planetas. Es necesario reconocer la creatividad empeñada en esta visión futurista del mundo, quién sabe, igual Philip K. Dick, Hampton Francher y David Peoples, creadores de esta historia, se quedaron cortos tan solo unos pocos años.
Donde se nota que han pasado los años en Blade Runner es en ciertos detalles de la ambientación, como las pantallas de los coches voladores que parecen sacadas de un prototipo de videojuego de salón recreativo, pero sobre todo el tiempo se nota en la ambientación musical de Vangelis. Si bien es cierto que una película es hija de su tiempo, los sintetizadores quedaron en los 80 y mal remedio tiene esto. También hay un detalle que con los años quien esto escribe no ha llegado a comprender: ¿por qué Batty se traspasa la mano con el clavo?
Respecto al reparto, da gusto volver a escuchar cómo Harrison Ford y Rutger Hauer resuelven los diálogos, alguno de ellos inolvidables, huelga hablar más sobre ellos. Otro aspecto a destacar, son los secundarios, siempre hay un detalle a descubrir en ellos: Joe Turkel, el inquietante Dr. Eldon Tyrell, de asombroso parecido a Lou Reed, con ese aire de grandeza propia de los esclavistas del siglo XIX; el prematuramente envejecido J.F. Sebastian -William Sanderson- y sus terroríficas criaturas de compañía apiladas en el museo de los horrores que es su casa; la inolvidable replicante Zhora (Joanna Cassidy), breve en su participación, pero intensa como pocas; los saltos y caretos desencajados de Daryl Hannah; los inmensos ojos llorosos de Sean Young cuando descubre su destino...
Una vez dicho todo esto, uno se pregunta si es realmente necesaria la secuela, según las últimas noticias va a ser cronológicamente así ya que en un principio se hablaba de remake, que está prevista rodar el año que viene. Parece que el propio Ridley Scott ha dicho que el guión de esta continuación es el mejor que ha leído nunca. Ya lo veremos, a veces es mejor dejar las cosas como están... Blade Runner, todo un clásico del cine.
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